El éxito depende más de la constancia que del talento
Silvia Portella. Arrieta española
Hablar de “base social” para explicar las movilizaciones de ciudadanos en favor de ciertas causas aparentemente ligadas al crimen organizado, es bastante relativo.
Cierto, los cárteles se han encargado históricamente de “ganarse” a las poblaciones de menores recursos, con el objeto de que le sirvan de aliados ante incursiones militares o policiacas.
Pero ese escenario ha dejado de ser real. Funcionó por mucho tiempo, pero los cárteles han llegado a la conclusión de que no necesitan quedar bien ni ganarse el aprecio de nadie, si tienen el poder para hacerlo por la fuerza.
El presidente López Obrador habla de que los cárteles han creado bases sociales, para explicar la movilización ciudadana de esta semana en Chilpancingo, para exigir la libertad de dos líderes de “Los Ardillos”, el grupo delincuencial que domina esa zona de Guerrero, y que pusieron en jaque al gobierno y a la sociedad en pleno. Es una verdad a medias. Muy forzada.
En realidad, esos varios cientos de ciudadanos movilizados en la capital guerrerense, no salieron a la calle en solidaridad con “Los Ardillos” ni por ser “base social”. Lo hicieron obligados, a punta de pistola.
Y lo mismo sucede en todo el país. Los cárteles han entendido de que no requieren ningún tipo de solidaridad ciudadana, nada de “base social”, porque para eso tienen las armas, el dinero y la impunidad. Se han vuelto dueños de vidas por completo, así que a un chasquido de dedos, la población se “moviliza”. Si no, sabe que viene el plomo. ¿Alguien puede resistirse?
La postura de López Obrador al respecto es absolutamente desfasada. Hoy impera otra realidad, la del miedo, la del terror. La de la trágica realidad: el crimen organizado es dueño de este país. Punto.
Y a la pesadilla ya solo le quedan 447 días.
Twitter@jaimelopezmtz
