La diferencia entre un político y un ladrón, es que a uno lo escoges tú y el otro te escoge a ti
Anónimo
El ayuntamiento hizo lo que estaba obligado: clausurar la Plaza de Toros Monumental de Morelia. Que cumpla su obligación, no significa que no se valore la decisión.
El domingo tuvo lugar en ese escenario un jaripeo, para el cual el ayuntamiento negó el permiso a los organizadores, dado que éstos no cumplieron los requisitos que marca el reglamento. Pero aún así, en franca posición de rebeldía e ilegalidad, llevaron a cabo el evento, para lo cual se prestó la administración del inmueble.
Y para colmo de males, entre los asistentes hubo disparos de arma de fuego con saldo de uno de ellos herido.
La detonación de un arma de fuego cae en el resorte de la Fiscalía General de Justicia del Estado, pero la violación a los reglamentos municipales obviamente compete al ayuntamiento.
El asunto es que ese tipo de violaciones no son excepcionales, son bastante comunes, porque históricamente la impunidad ha sido la constante. Las autoridades municipales suelen hacerse de la vista gorda bien por corrupción o bien por temor, dado que detrás de algunos de esos eventos suelen estar grupos de sospechosa reputación.
De ahí que, aunque sea una obligación, no deja de llamar la atención que el ayuntamiento se haya fajado los pantalones para clausurar ese inmueble.
Es de esperarse que con ello se envíe una señal de fuerza de parte de la autoridad municipal, fijando un alto a la tolerancia a la violación de las leyes. Esto tiene que ser una norma, no una medida de excepción. Veremos.
Y a la pesadilla ya solo le faltan 560 días.
twitter@jaimelopezmtz