Es más fácil criticar a los que mandan, que mandar a los que critican
Revista La Codorniz
Si es inevitable el triunfo morenista en las elecciones presidenciales del 24, ojalá que sea Marcelo Ebrard el que gane la contienda interna entre corcholatas y, por ende, sea el candidato y luego el presidente.
Tal, es la reflexión que opositores a la 4T se formulan, partiendo de que Ebrard parece el más juicioso de los precandidatos morenistas, el más mesurado y ecuánime, el menos radical en pocas palabras. Por tanto, es el que menos terror genera entre los no seguidores de López Obrador, aunque paradójicamente ese pudiera ser justo su principal debilidad frente al presidente, que no lo vería como un títere fácilmente manipulable, como sí serían Claudia Sheimbaum o Adán Augusto López Hernández. Y no parece desacertada esa lectura.
O no parecía, porque este lunes, al abrir su precampaña, Ebrard rápido comenzó a enseñar el cobre y a ubicarse como el zalamero número uno con López Obrador. Patético su arranque de precampaña: anunció que como presidente creará la Secretaría de la Cuarta Transformación para garantizar la consolidación de los cambios promovidos por López Obrador. Digamos que hasta ahí su zalamería con el tabasqueño podía entenderse como su estrategia para ganárselo. Pero no conforme, Ebrard fue más allá: dijo que quien encabezará dicha oficina será Andrés Manuel López Beltrán, Andy para sus cuates, el primogénito del presidente. De pena ajena.
Pero ya encarrerado, el ex canciller no tuvo miramientos para seguir tendiéndose de tapete a López Obrador: dijo que las obras emblemáticas de éste se llevarán hasta sus desenlaces, como la refinería Dos Bocas, la que no refina ni un barril; el aeropuerto de Santa Lucía, en el que ni las moscas vuelan, y el Tren Maya, autor del peor ecocidio en la historia del país.
¿Así o más servil Ebrard? Ridículamente servil. Y eso que es el mesurado, el sensato, el no radical. Habrá que ver con qué sandeces nos salen más tarde Sheimbaum y López Hernández, porque está claro que los setenta días de precampaña serán un concurso entre las corcholatas para determinar cuál es más arrastrado con López Obrador, a sabiendas de que es el gran elector. Por ahora, Ebrard ganó el primer round en esa vergonzosa carrera de zalamería. Sheimbaum y López Hernández deben estar velando armas para no quedarse atrás de su competidor. Veremos qué cartas traen para recibir una palmada presidencial. Si Ebrard no tuvo empacho en hacer ese ridículo, es de esperarse que menos lo tengan los demás.
Y eso, que es el mesurado. Qué tal si no lo fuera.
Y a la pesadilla ya solo le quedan 471 días.
twitter@jaimelopezmtz