Si el hombre fracasa en conciliar la justicia y la libertad, fracasa en todo
Albert Camus (1913-1960) Escritor argelino
En democracia siempre estará latente el riesgo de que cualquiera, literalmente cualquiera pueda colarse a posiciones de elección popular. A fin de cuentas, salvo por las restricciones que la ley contemple, a nadie se le puede impedir la posibilidad de contender. En teoría al menos, todos tenemos el mismo derecho, aunque en realidad en ocasiones hay aspiraciones que rayan en la desvergüenza y en el cinismo.
A no dudarlo, tal es el caso de Hugo López Gatell, el entrecomillado científico que cobra como subsecretario de Salud, designado por Andrés Manuel López Obrador zar para enfrentar la pandemia del Covid, y en ese carácter responsable directo de varias decenas, o acaso cientos de miles de muertes, pero que hoy sin pudor ni recato alguno, en una auténtica afrenta a la dignidad de los mexicanos, sobre todo de las familias de esos miles de muertos, pretende ser jefe de gobierno de la Ciudad de México.
Perdón, pero se necesita ser un cara dura de pies a cabeza para tratar de que los capitalinos lo elijan su autoridad máxima. No por nada llamado el doctor muerte, López Gatell se ha inscrito para buscar que Morena lo designe para el cargo referido.
Cierto, alguien podrá refutar que Gatell sabe que no será candidato, pero que busca garantizar que como premio de consolación se le asigne una diputación, local o federal, que le asegure inmunidad y con ello impunidad para evitar ir a la cárcel en fechas no muy lejanas.
Y sí, es claro que el doctor muerte busca ese manto de protección, pero lo puede alcanzar solo con que el otro López, Obrador, se lo asigne en la definición de listas plurinominales. ¿Para qué entonces inscribirse en el proceso capitalino para la candidatura a jefe de Gobierno? Solo hay una respuesta: porque el doctor muerte es un cínico, porque no conoce la vergüenza, porque como a su jefe el presidente, le tienen sin cuidado los 800 mil mexicanos muertos en la pandemia, 300 mil de los cuales eran evitables, dice la comunidad científica, si en México hubiera habido una política pública manejada de manera responsable y profesional, no basada en charlatanerías, supercherías y, sobre todo, acomodando las medidas a contentillo de la ignorancia presidencial. Y esos 300 mil muertos van a la cuenta directa de los dos López, Obrador y Gatell.
Pero con todo y todo, y por demencial que parezca, si Gatell fuera el candidato a jefe de Gobierno, nadie puede dudar que pudiera ganar. Así de cínicos somos los mexicanos, no solo nuestra clase política. Cínicos y masoquistas.
Y a la pesadilla ya solo le quedan 358 días.
X@jaimelopezmtz