El mayor principio de felicidad puede ser fácilmente una excusa para una dictadura benevolente.
Karl Popper (1902-1994) Filósofo austriaco
De dos semanas para acá, la 4T nos endilga mazazo tras mazazo. A martillazo diario va minando el andamiaje institucional y jurídico que costó sangre, sudor y lágrimas conformar.
Este miércoles, otro clavo al ataúd: la bancada cuatroteísta en el Senado avaló las reformas a la Ley de Amparo, tal y como lo ordenó Andrés Manuel López Obrador, con lo que a partir de ahora, y a menos que la Corte la eche abajo, deja de ser una figura que cobija por igual a ricos y pobres, a hombres y mujeres, a adultos y menores, ante leyes y disposiciones del poder público anticonstitucionales y que atenten contra el beneficio colectivo.
Así por ejemplo, si un día los legisladores de Morena deciden que la esclavitud es legal en México, aunque la Constitución diga lo contrario, la justicia federal sólo podrá aceptar amparo por amparo y declarar la invalidez pero exclusivamente en favor de quien haya promovido ese recurso. Ya no habrá aplicaciones generalizadas, pues. Patético.
Es un ejemplo extremo, pero viable en función de la nueva realidad jurídica de México, que es la misma del siglo 19. Allá, doscientos años atrás, nos lleva López Obrador.
Dicha reforma es la más nítida evidencia del talante de dictador del presidente, un presidente imperial. Y viene el segundo piso.
Y a la pesadilla ya solo le quedan días.
X@jaimelopezmtz