Si no tenéis la fuerza, os queda el derecho
Víctor Hugo (1802-1885) Poeta francés
A la luz de los sistemáticos choques entre los poderes Legislativo y Ejecutivo con los organismos autónomos, por el monto de los presupuestos requeridos por éstos, queda claro que es urgente una reforma constitucional que les garantice un porcentaje firme de recursos, con relación al total de ingresos que prevea por año el gobierno del estado.
Hasta ahora, ningún gobernador se ha atrevido a impulsar una reforma en ese tenor, porque todos han preferido mantener la discrecionalidad en la distribución de recursos presupuestarios. Que nada salga del control del escritorio del gobernador en turno, ha sido la premisa, porque eso da poder. Que un rector de la Universidad Michoacana, un presidente del Instituto Electoral, uno del Supremo Tribunal de Justicia, un ombudsman, o el titular de cualquier otro organismo autónomo, tenga que hacer antesala con el gobernador para rogarle su favor por un mayor monto presupuestario, es algo a lo que ningún mandatario ha sido capaz de sustraerse.
Pero lo mismo pasa con los diputados. Les encanta tener a esos mismos personajes en los pasillos del Congreso del Estado rogando por más presupuesto. Tanto gobernador como legisladores han encontrado que ello les fortalece en lo político, porque tienen sumiso y bajo su yugo al organismo al que favorecen con más recursos.
De ahí que resulte de vital importancia impulsar una reforma que derive en que ese bochornoso espectáculo termine de una vez por todas. Y no hay otra forma, que promoviendo que por ley todos los organismos autónomos cuenten cada año con un presupuesto basado no en la ocurrencia de los poderes Ejecutivo y Legislativo, sino en un porcentaje real y fijo, del presupuesto anual del gobierno. Y de entrada, en automático se eleve de acuerdo al índice inflacionario cada año. A partir de ahí, en todo caso esos organismos estarán en su derecho de buscar mayores recursos, pero con la certeza de que el básico está garantizado.
Eso les permitiría cabildear recursos, pero no mendigarlos como sucede hoy. Es de esperarse que el gobierno de Ramírez Bedolla impulse una reforma en ese sentido. Para ello, debe desprenderse de lo que no pudieron ninguno de sus antecesores: la soberbia de hacer sentir a los órganos autónomos y a sus titulares, como pordioseros que tienen que tocar la puerta por un mendrugo de pan.
No es tarea fácil. Demanda auténtico talante democrático del gobernador. Ninguno de sus antecesores lo ha tenido. Veremos si Bedolla es diferente. Esa sí sería una reforma estructural.
Y a la pesadilla ya solo le quedan 327 días.
X@jaimelopezmtz