La mejor arma de una dictadura es el secreto; la mejor arma de una democracia es la apertura.
Edward Teller (1908-2003) Físico húngaro
Inició este jueves el periodo de inscripciones de aspirantes a las candidaturas locales, alcaldías y diputaciones, ante el Instituto Electoral de Michoacán. Y abrió en medio de la preocupación, por no decir alarma, por la ola de violencia y criminalidad en que tendrán lugar las campañas.
En al menos sesenta o setenta municipios, la duda no es quién será el próximo alcalde, sino si los aspirantes podrán sortear las campañas sin ser objeto de algún atentado. Es claro que es ese el gran reto de la democracia mexicana: cómo evitar la injerencia del crimen organizado en los procesos electorales.
Y no se trata de que los candidatos cuenten o con seguridad, a fin de cuentas ésta no les protege cuando en realidad se trata de hacerles daño. El problema es estructural, de fondo: no es racional suponer que en la tierra caliente, el bajío, el oriente y la costa, nadie alcance la alcaldía sin el visto bueno o de plano sin la imposición, del jefe de plaza del municipio que se trate.
Y si esto así, viene entonces la gran interrogante: en los municipios de esas regiones, todos los candidatos que desde este jueves se registren, ¿es porque están “palomeados” por el cártel local? Lamentablemente todo apunta a que así es.
Es una auténtica tragedia, porque significa que las campañas e incluso la jornada de votaciones, pasan a ser meros trámites, porque en buena parte de los municipios michoacanos, como en general del país, la decisión está tomada y no por los partidos ni los electores, sino por la criminalidad.
Lo lamentable es que hoy ese fenómeno casi se considera normal y cada vez parece generar menos alarma, tanto entre partidos y candidatos, como entre la misma ciudadanía. A ese grado de cinismo estamos llegando. Son esas, las elecciones de nuestros tiempos.
Y a la pesadilla ya solo le quedan 205 días.
X@jaimelopezmtz