Andan siempre asidas de la mano la clemencia y la justicia; usa de la una con tal arte que la otra no quede ofendida.
Diego de Saavedra Fajardo (1584-1648) Escritor español.
Siempre en el limbo entre elementos de información imprescindibles para la toma de decisiones en la actividad pública y política, y la tergiversación dolosa para fines de manipulación, sobre todo electoral, las encuestas vuelven a asomar la cara al abrir de lleno el periodo de precampañas presidenciales. Y lo hacen con esa dualidad, pero ahora de manera más exacerbada.
Por ejemplo, hay encuestas que dan a Claudia Sheimbaum hasta casi cincuenta puntos de ventaja sobre Xóchitl Gálvez y otras solo once. Es imposible que dos ejercicios profesionalmente diseñados, levantados y sistematizados, tengan tan abismal diferencia entre sí. Es claro que en algunas, o en la mayoría, hay un manejo intencionalmente doloso.
La encuesta es de quien la paga, suelen decir políticos y casas encuestadoras. Así las hay, pero también las que sí reflejan un escenario del momento de manera nítida. Hay gobiernos o candidatos que contratan a una empresa especializada, bajo dos premisas: me vas a hacer dos encuestas, una real, para mi toma de decisiones, pero es solo para consumo interno, nadie más la va a conocer, y otra con el resultado a mi favor, que es la que se hará pública.
En estricto sentido, una firma profesional y ética no tendría que prestarse a esa indecorosa propuesta, porque su prestigio va de por medio si se difunde un resultado descabellado. Lamentablemente, es un hecho que cada vez son menos las empresas serias y más las que surgen en épocas electorales, para hacer encuestas a modo.
Y, desde luego, quien tiene más dinero tiene más forma de contratar ese tipo de trabajos, reales y manipuladas. Pero es evidente que sí producen un resultado: ubicar a un candidato cincuenta puntos arriba de su contrincante, desalienta a los seguidores de éste último y puede generar que se tire la toalla antes de tiempo.
Empero, lo sucedido en Argentina este fin de semana, hace temblar a los proyectos que basan su estrategia en la prostitución de las encuestas: Javier Milei era colocado en todas ellas debajo de Sergio Massa, y finalmente ganó de manera holgada la presidencia de la república. Milei no contrató ninguna encuesta, todas eran de Massa, y todas le auguraban el triunfo. Hoy quedó claro que eran torcidas dolosamente, pero el electorado no se dejó influenciar previamente.
En México viene la embestida de esos estudios de opinión pública, conforme avance el proceso electoral. Habrá que tener la lupa bien afinada para tratar de ubicar las encuestas patito.
Y a la pesadilla ya solo le quedan 314 días.
X@jaimelopezmtz