Nadie ganará nunca la guerra de los géneros, porque existe demasiada fraternización con el enemigo
Henry Kissinger (1923-?) Político norteamericano
El gobierno del estado, como la inmensa mayoría de los michoacanos, está convencido de que es preciso cerrar las escuelas normales, pero en lugar de optar por un manotazo en la mesa y clausurarlas de tajo, de golpe y porrazo, ha apostado por un camino más largo, pero, en su lógica, más seguro y menos peligroso, en términos de gobernabilidad.
En efecto, son muchas voces levantadas exigiendo un cierre de escuelas normales, al menos las que claramente no cumplen ningún fin útil a la sociedad, al no formar maestros, sino auténticos mercenarios de la educación. Me refiero en particular a las normales de Tiripetío, de Arteaga y de Cherán. En ese clamor, desde luego me incluyo.
Pero el gobierno de Silvano Aureoles se ha decantado por una estrategia que a su juicio es menos complicada. Más larga, sí, pero menos riesgosa. Ha decidido apostar todo a la aplicación escrupulosa de la reforma educativa, que cancela la insana e inmoral práctica michoacana de regalar plazas a los egresados de las escuelas normales. Como una consecuencia de aplicar la disposición, se ha comenzado a advertir un lento pero sostenido decremento en las solicitudes para ingresar a esos planteles, a partir de tres años a la fecha.
Los números son fríos: aún en la borrachera de la entrega de plazas automáticas, en 2014 la Secretaría de Educación entregó la descomunal cifra de 3,221 fichas a otros tantos jóvenes interesados en ingresar a esas escuelas. Ya para 2015 el número bajó a 2,813; en 2016 a 2,544 y para este 2107 siguió su tendencia a la baja, al entregar “solo” 1,905 fichas.
Es decir, en tres años se redujo en más del cincuenta por ciento el número de jóvenes interesados en llegar a las escuelas normales. La razón: la cancelación de las plazas automáticas. Queda claro con ello que la inmensa mayoría de interesados no buscan el ingreso por vocación, sino por la seguridad económica que da que al egresar el gobierno les regale una beca de por vida, o lo que es lo mismo, los mantengamos de por vida a costa de nuestros impuestos.
En esa lógica, el gobierno de Silvano Aureoles ha optado no por desaparecer las escuelas normales, sino que éstas desaparezcan “solas”, lo que supone logrará de manera automática al ir descendiendo cada al año en número de solicitudes para ingresar a ellas. A ese paso, es probable que al concluir el sexenio silvanista ya prácticamente no haya solicitudes, siempre y cuando se siga cumpliendo con la desaparición de las plazas automáticas.
El gobierno apuesta a esa estrategia. Parece no tan contundente como muchos quisiéramos, pero igual y es más segura. Aureoles no cargará con el estigma de haber cerrado las normales, sino que se justificará en la explicación de que está obligado a aplicar la reforma educativa. La clave para lograrlo, en todo caso, será no ceder estos próximos años, no flaquear ante las presiones de la Cnte y de sus fuerzas básicas, los normalistas.
Si lo logra, habrá que reconocer que se trató de una correcta estrategia. Veremos.