La justicia puede adormecerse un poco, pero al final ve claro
Thomas Middleton (1580-1627) Dramaturgo inglés
Hay decisiones que toma el poder público que no tienen sentido, bajo ninguna perspectiva que se les vea. Es el caso de la absurda disposición de flexibilizar las sanciones para los automovilistas que no pasen la prueba del alcoholímetro.
El ayuntamiento capitalino ha decidido no confrontar disposiciones de corte nacional, que han considerado violatorios de derechos humanos los parámetros hasta ahora oficiales para inhabilitar a conductores por su condición si no etílica propiamente, sí calificados como riesgosos. El Cabildo se sumó a esa ola de laxitud porque cualquiera que se ampare contra medidas drásticas que contravengan las disposiciones nacionales, seguramente echaría abajo eventuales sanciones. Digamos que el ayuntamiento de Alfonso Martínez fue realista.
Empero, dada la gravedad del caso, me parece que el gobierno municipal bien pudo mantener su propia reglamentación y estirar la liga de su aplicación hasta donde fuera posible. A final de cuentas, drasticidad se traduce en disminución de riesgos de accidentes vehiculares. No puede soslayarse que un conductor ebrio o al menos bajo influjos etílicos, es un homicida potencial.
Para darnos una idea de la gravedad de la decisión tomada, con el criterio del alcoholímetro vigente hasta este lunes, en promedio alguien que hubiera tomado un par de cervezas ya era considerado inhabilitado para conducir un vehículo. A partir de ahora, el parámetro se eleva hasta cinco o seis cervezas. Absurdo. Es criminal que ahora se vaya a permitir que un conductor consuma hasta seis cervezas y no sea sancionado. Aun en organismos fuertes, sanos y jóvenes, tanto alcohol en la sangre reduce peligrosamente la capacidad de conducir un vehículo sin ser un riesgo de muerte para otros automovilistas o peatones, e incluso para sí mismos.
Hubiera sido plausible que el ayuntamiento mantuviera inalterable sus parámetros originales del alcoholímetro. Ahora se apela a la “madurez”, a la “conciencia” de los conductores. El problema es que la mayoría de ellos es justo de lo que adolecen, madurez y conciencia. Preocupa que al amparo de criterios de respeto a derechos humanos, en lugar de avanzar en la seguridad de las calles, aumentemos los riesgos para quienes transitan por ellas, a pie o en autos. La medida no tiene ninguna justificación válida. Sin duda, aumentará los accidentes en las calles, muchos de ellos mortales. Está claro que no siempre la protección de derechos humanos va en concordancia con el bien de la sociedad.
Y a la pesadilla ya solo le quedan 297 días. X@jaimelopezmtz