La justicia, aunque anda cojeando, rara vez deja de alcanzar al criminal en su carrera
Horacio (65 a.C.- 8 a.C.) Poeta italiano
En pleno prolegómenos del proceso electoral, parece ir quedando cada vez más claro que la oposición, en el caso michoacano, aunque en lo nacional no hay mucha diferencia, no termina por dimensionar el tipo de elección que vendrá y, sobre todo, el nivel de adversario que enfrentará.
Al menos eso se infiere de la actitud que están tomando los líderes de los partidos opositores: en teoría PRI, PAN y PRD son alianza, pero en los hechos parecen verse más como adversarios, los adversarios que siempre han sido.
En particular resalta el caso de Guillermo Valencia, el dirigente priísta. Es claro que jamás ha estado de acuerdo en aliarse con panistas y perredistas, mucho menos en la capital, donde en el fondo mantiene la esperanza de romper ese pacto para volver a ser el candidato a la Alcaldía, como hace tres años, en que fue enviado al tercer sitio. Apenas hace unas semanas tuvo que ser Alejandro Moreno, el impresentable líder nacional del tricolor, quien viniera a Morelia a ordenarle que la alianza con panistas y perredistas va también en Michoacán, incluyendo Morelia.
Valencia tomó nota de la orden, pero ha hecho todo lo posible por orillar al rompimiento a sus supuestos aliados. A diario no ceja en chantajear a PAN y PRD, amedrentarlos, arrinconarlos, como obligándolos a que sean ellos los que salgan de la alianza opositora a Morena, cuando es él, Valencia, el que evidentemente la está torpedeando.
Lejos de enviar señales de unidad, el priísta exige por ejemplo que le entreguen a él las cuatro nominaciones para las otras tantas diputaciones locales. Caso contrario, amaga con no apoyar a Alfonso Martínez en la búsqueda por la reelección en la Alcaldía. Sus contrapartes del PRD y del PAN maniobran con mucho mayor sensibilidad y oficio político, parecen más conscientes del tamaño de adversario que tendrán enfrente: nada más y nada menos que todo el peso del aparato de estado, con una 4T decidida a no soltar el poder, ni siquiera una parte del mismo.
Hay quien ha llegado a suponer que en el fondo, Valencia actúa así para hacerle el trabajo sucio a la 4T michoacana. Supondría yo que no es así, pero sí evidencia una ausencia absoluta de oficio político y de capacidad para dimensionar la realidad. El todo o nada no tiene hoy cabida, máxime cuando su partido tiene poco que ofertar, pulverizado como está y reducido a su mínima expresión. El PRI no está en condiciones de imponer nada, hoy menos que nunca.
Alguien debe hacer entrar en razón a la dirigencia priísta. Su miopía política puede terminar por desbarrancar una alianza opositora, de por sí ya frágil si se le compara con el monstruo que tiene enfrente. ¿O en el fondo eso es lo que pretenden los priístas?
Y a la pesadilla ya solo le quedan 357 días. X@jaimelopezmtz