La libertad nunca es dada; se gana:
Philip Randolph (1889-1979) Sindicalista estadounidense
El gobierno de Claudia Sheinbaum sigue la línea de obra pública de su mentor Andrés Manuel López Obrador: que sea con recursos presupuestarios, no privados.
Este domingo, la presidenta supervisó la construcción del Tren Ligero de Campeche, que conectará con el Tren Maya. “Está preciocísimo, es único en el mundo”, le dijo luego a reporteros.
Y sí, quizá sea un tren preciocísimo y acaso único en el mundo. Una vez funcionando veremos. Solo que hay un problema, que no es ni de estética ni siquiera de funcionalidad: es de fondo.
Y el fondo es que en la lógica de la 4T es el gobierno el que debe hacer la obra pública. Y en la lógica del pragmatismo, de la realidad financiera, es el capital privado.
Y hay una razón básica para ello: si un tren de pasajeros construido con dinero público no produce dividendos, resultará dinero tirado a la basura, dinero que pudo emplearse en medicinas, en hospitales, en seguridad pública, en escuelas, acciones que sí son obligación de todo gobierno. Si ese tren lo construye una empresa privada, ella corre los riesgos si no resulta productivo. Obvio, en caso contrario le generará utilidades válidas. La diferencia es que ese empresario antes formulará estudios de factibilidad y viabilidad. El gobierno de la 4T no los hace nunca, solo gasta sin ton ni son por fines propagandísticos y hasta ideológicos, y ahí están como prueba no solo el Tren Maya, sino el aeropuerto Felipe Ángeles y la refinería de Dos Bocas, fracasos monumentales en los que el gobierno ha tirado más de un billón de pesos.
Y Sheinbaum sigue la misma ruta populista de López Obrador. Quizá el Tren Ligero de Campeche sea necesario, pero debió ejecutarlo la iniciativa privada, no el gobierno.
Un dato adicional que quizá explique todo: hacer obra produce enormes dividendos vía corrupción. Aunque, claro, eso ya no es factor porque estamos en los tiempos de la honestidad cuatroteísta. X@jaimelopezmtz