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martes, noviembre 26, 2024

PODER ABSOLUTISTA EN VERSIÓN RECARGADA

El valiente no es el que no siente miedo, sino el que lo conquista

Nelson Mandela (1918-2013) Activista y político sudafricano

 

jaimelopezPara encontrar un parangón al poder absolutista, punto menos que dictatorial, que encarna Andrés Manuel López Obrador, tenemos que remontarnos casi cuarenta años en la vida presidencial de México, cuando los contrapesos institucionales eran inexistentes y la rendición de cuentas letra muerta. Las decisiones del país las tomaba el presidente en turno con total discrecionalidad, pero invariablemente con resultados catastróficos.

Y claramente, con López Obrador esos escenarios ideales para los presidentes demagógicos y dictatoriales, están de vuelta y, en una de esas, en versión recargada.

Pruebas sobran: López Obrador decidió, solo con la asesoría de su almohada, cancelar el aeropuerto de Texcoco y construir en su lugar uno de tipo sesentero, propio de un país antillano. Entre la cancelación, la indemnización por la misma, y la construcción del de Santa Lucía, el gobierno tuvo que tirar a la basura poco menos de un billón de pesos. Luego, igual porque él así lo decidió, se construyó Dos Bocas, la refinería que no refina, y que cuando lo haga estaremos en las últimas etapas del uso de energías fósiles. Es decir, tendrá una cortísima vida útil, si la llega a tener. Entre ese barril sin fondo y la compra de una refinería en Texas, el gobierno desembolsó alrededor de 400 mil millones de pesos.

Otro monumento al dispendio absurdo es la construcción del Tren Maya, que no resiste el menor análisis de viabilidad financiera, pero que sí está devastando las selvas del sureste y llevándose a la basura otros 200 mil millones. Y ni hablar de la cancelación del Seguro Popular, que llevó a la muerte a cientos de miles de mexicanos que ya no tienen dónde ni cómo atenderse de problemas de salud grave. En ese caso las pérdidas no se miden en dinero, sino en vidas humanas. Y por las pistolas del presidente, se creó la Guardia Nacional, un bodrio que ha resultado más ineficaz y corrupto que la Policía Federal, y eso ya es mucho decir. La criminalidad e inseguridad se encuentran, por si a alguien se le olvidó, en sus peores niveles.

La lista de decisiones discrecionales tomadas por López Obrador parece interminable: el cierre de guarderías; el desabasto de medicinas; la prohibición para importar vacunas contra el covid de verdad, como la Pfizer, en lugar de las patito cubanas; la prohibición también de adquirir Remdesivir, el medicamento empleado en el mundo civilizado para enfrentar al mismo virus, y así podíamos seguir con un etcétera que no tendría fin.

Nunca, de Carlos Salinas de Gortari para acá, un presidente había tenido la capacidad de tirar el dinero a manos llenas y de tomar medidas irracionales en la más completa discrecionalidad, sin que haya nadie que le imponga un límite, nadie que le marque el alto. Y no es que los sucesores de Salinas hayan tenido un talante democrático ni mucho menos, pero sí contrapesos institucionales para contener excesos y obligarles a una mínima rendición de cuentas. Con López Obrador volvimos a los tiempos del más rancio absolutismo priísta, esos que él dice aborrecer. En el fondo, es claro que está enamorado de ellos.

Y a la pesadilla ya solo le quedan 542 días. Twitter @jaimelopezmtz

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