Para mí, la noción de justicia es esta: los hombres no son iguales.
Friedrich Nietzsche (1844-1900) Filósofo alemán
A la luz de las continuas irregularidades de diversa naturaleza, pero sobre todo relacionadas con actos de corrupción y abuso de poder de la Guardia Civil, es evidente que el gobernador Ramírez Bedolla debe revalorar la actuación del jefe del organismo, el general José Alfredo Ortega Reyes.
El militar no fue una designación directa del gobernador al inicio de su gestión. De hecho, ni quisiera lo conocía. Pidió al secretario de la Defensa, el polémico general Crescencio Sandoval, que le enviara algún militar de confianza para que se hiciera cargo de la seguridad pública. Ello, en acatamiento a la indicación del presidente López Obrador a todos los gobernadores morenistas, justo en ese sentido.
Obvio, todos la han cumplido sin chistar, aunque prácticamente en ningún caso los militares hayan dado mejores resultados que los civiles, ni en seguridad pública como tal, ni en evitar los históricos actos de corrupción en que suelen incurrir los policías.
Idea del general Ortega fue transformar la Policía Estatal en la flamante “Guardia Civil”, a imagen y semejanza de la Guardia Nacional, ese cuerpo sin pies ni cabeza con el que López Obrador ordenó suplir a la Policía Federal, calificada de ineficaz y corrupta por venir de los gobiernos neoliberales. La Guardia Nacional ha resultado tan o más ineficaz y corrupta que la Federal. Y la Civil no mejoró en nada con relación a la policía que sustituyó en Michoacán.
Son continuos los episodios de abuso y corrupción en que se ven involucrados los policías estatales. Hace tres meses una cámara captó el asalto que cometieron contra un joven en el jardín de La Soterraña, al que estuvieron a punto de matar arrollándolo con la patrulla. Se desconoce si hubo o no sanciones para los policías delincuentes, porque siempre se percibió una intención del alto mando de encubrirlos.
Y este sábado protagonizaron otro hecho bochornoso, ahora en Uruapan, cuando habrían asaltado a otro joven. La intervención del diputado federal Carlos Manzo, paradójicamente también de Morena, evitó el ilícito. Y no es que se enaltezca la actitud del legislador, también reprobable por incitar a una posible confrontación de civiles con los policías, pero fue la única manera en que éstos desistieran de su asalto.
Es claro que en la Secretaría de Seguridad Pública no están operando controles internos para garantizar que el personal no caiga en abusos de diversa índole. Eso, suponiendo que existan en el papel tales controles. Los elementos de calle parecen contar con libertad total para cometer cualquier tipo de fechorías y, quizá, hasta con complicidad de los mandos.
En ese sentido, es un hecho que el general Ortega no considera al gobernador como su superior, sino a las jerarquías de la Sedena, dado que éstas lo designaron, y le comparte sólo los informes que quiere o le convienen, lo mismo que sucede con las indicaciones que recibe. Es claro que Ortega se maneja con una peligrosa autonomía, al amparo de su investidura militar.
Pero su periodo de “gracia” debe haber llegado a su fin. Es momento que Bedolla evalúe su paso como jefe de la Policía, y si lo va a ratificar, asegurarse que ahora sí deje de lado su “autonomía” militar y se someta al orden institucional.
Que entienda, en una palabra, que su jefe es el gobernador, no el secretario de la Defensa Nacional. Y en caso contrario, seguramente Bedolla deberá tomar cartas en el asunto, porque además es evidente que los números no le ayudan al general Ortega: sólo las estadísticas de éste dicen que la inseguridad se ha reducido, la realidad echa en cara otra cosa. Y por si fuera poco, la corrupción y los abusos de los policías parecen fuera de control, fenómeno que no se puede entender sin la complicidad o, al menos, la laxitud de la cabeza de la oficina. Veremos hasta dónde aguanta el gobernador.
Y a la pesadilla ya solo le quedan 309 días.
X@jaimelopezmtz