La política es el arte de obtener el dinero de los ricos y el voto de los pobres, con el pretexto de proteger a los unos de los otros.
Anónimo
¿Qué le pasa al gobernador Ramírez Bedolla? Algo no está funcionando como debe en su conducta. Pierde los estribos con peligrosa frecuencia y sus declaraciones reflejan una ausencia absoluta de prudencia, el elemento básico de la política.
Recién ha declarado, a propósito del paro de productores de limón de la tierra caliente michoacana, que el mismo se debe a una especie de “chantaje” -el término no es suyo, es de este reportero- para lograr mejores precios en el mercado a su producto.
El punto es que el gobernador tiene perfectamente claro que esa es una falacia. Él sabe que el fondo del paro es la extorsión a que son sometidos los limoneros por parte del crimen organizado, que de veinte centavos ha elevado en solo un año la cuota a dos pesos por kilo producido. El mismo problema que enfrentan los aguacateros, entre una infinidad de sectores productivos más.
¿Por qué miente intencionalmente Bedolla? En redes sociales sus detractores, que son cada vez más, y más fúricos, le endilgan que es por tener algún tipo de conexión con la criminalidad. Yo no tengo ningún elemento sólido que dé pie a una aseveración tan temeraria como esa, y mientras no la tenga la doy por descartada.
Pero lo que sí me queda claro es que se ha mimetizado en su ídolo López Obrador y si éste no tiene pudor en mentir a fin de darle la vuelta a algún problema mediático, el michoacano tampoco. Ha tomado el ejemplo del aún presidente de que mentir premeditadamente resulta en un daño menor que aceptar una incapacidad o de plano una corrupción. Con lo que no cuenta el gobernador, es que a López Obrador sus ciegos seguidores le creen sin chistar lo que él les diga, lo que sea, así sea una barbaridad, pero a Bedolla nadie, ni siquiera en su gobierno, le toma con seriedad esa “estrategia” de mentir y de ocultar la realidad.
Y lo que igual es indudable, es que, también como López Obrador, Bedolla no parece tener la menor sensibilidad, empatía ni solidaridad con los sectores sociales que padecen tragedias de cualquier tipo: son inmunes ambos al dolor de los demás, parece correrles atole por las venas y su frialdad e indiferencia a las penurias de los gobernados es alarmante y raya en lo patológico.
Hay una diferencia: López Obrador siempre ha sido así; Bedolla, me consta, es, o era, un tipo sensible, solidario, humilde incluso, empático. Es evidente que su transformación se dio al comenzar a ejercer el poder, lo que puede explicarse, que no justificarse, porque claramente nunca estuvo preparado para una responsabilidad de tal envergadura. Hay quienes tienen los tamaños para la política de altos vuelos, y quienes no. Punto.
Y a la pesadilla, a la actual, ya solo le quedan 43 días.
X@jaimelopezmtz