Si trabajas en algo que te gusta y te apasiona, no necesitas un empujón; tu visión será tu impulso:
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La presidenta Sheinbaum hace gala, a la primera provocación, de tomar decisiones con la cabeza fría. Y eso, sin duda, es fundamental en cualquier nivel de responsabilidad, máxime si se trata de quien encabeza una nación.
Pero cabeza fría no puede ser sinónimo de frivolidad y de que por las venas parezca correr atole o cualquier otro producto antes que sangre.
De manera profusa, la propia mandataria y su equipo de propaganda trataron de viralizar, y de hecho lo lograron, un video en el que se le ve bailando animadamente con niñas de una escuela indígena en Chiapas, en ocasión de una visita suya al plantel. El video busca cubrir la empatía que, dice la teoría, es importante que muestren los políticos con los gobernados, sobre todo los de menores fortalezas económicas: bailar, cantar, jugar con niños siempre dará bonos en la popularidad. No aportan nada, pero sí posicionan una imagen de calidez, de hacer lo que los gobernados hacen, y si son pobres, mejor.
Hasta ahí todo bien. Solo que esa estrategia tiene un límite: cuando el momento no sea el idóneo, puede resultar contraproducente. El viernes seguían abiertas las heridas sociales causadas por el descubrimiento del centro de exterminio en Jalisco. Fue de pésimo gusto, por decir lo menos, que la presidenta se pusiera a bailar quitada de toda pena y preocupación, mientras el país seguía en shock por lo encontrado en Jalisco. Es un hecho que todo fue un montaje para ver el “lado humano” de la presidenta. Pero resultó al revés; vimos su lado “inhumano”, vimos a una mandataria ya no de cabeza fría, sino un verdadero iceberg, alguien sin sangre en las venas, una presidenta cercana a una máquina, a la que no le mueve nada el descubrimiento de hornos crematorios de personas apenas unos días antes. Una presidenta que es capaz de ponerse a bailar enmedio de una tragedia nacional.
Ilusamente, alguien llegó a sugerir un duelo nacional de tres día ante los dantescos hechos jalisciences: ingenuos, la presidenta no suspendió “su” fiesta en el zócalo el domingo anterior, menos iba a no cumplir la estrategia de propaganda señalada para la escuela indígena de Chiapas.
Ahora que si no fue estrategia, sino que el bailecito le salió impulsivamente, peor incluso. Una estrategia es susceptible de corregirse; una máquina que toma decisiones, es el principio del fin. X@jaimelopezmtz