El hombre espiritual no debe inscribirse en ningún partido; su reino es el de la justicia, que en todas partes está sobre toda discusión.
Stefan Zweig (1881-1942) Escritor austriaco
Está claro que los diputados locales se precipitaron con la designación de Marco Antonio Bravo como auditor Superior de Michoacán. Y en el fondo, éste es el menos culpable de todo el entramado jurídico y político que se ha generado a su alrededor.
Ya se sabe: la jueza Cuarta de Distrito ordenó a la Legislatura revocar la designación de Bravo y su toma de protesta como Auditor, pero era algo previsible, desde que la propia justicia federal aceptó la controversia interpuesta por Miguel Ángel Aguirre Abellaneda, para evitar su destitución del cargo. En ese momento, la justicia instruyó a los diputados a no designar a nadie en su lugar, hasta que se resolviera de fondo dicha controversia.
Los legisladores desoyeron. Lo sensato era que dejaran las cosas tal y como se les indicaba. A fin de cuentas había un encargado del despacho, el propio Marco Antonio Bravo, que bien pudo quedarse con ese carácter como responsable y cabeza de la Auditoría, dado que conoce al dedillo la operación de la dependencia.
Pero los diputados se empeñaron en hacerlo auditor. Quizá con el paso del tiempo, una vez resuelta de fondo la controversia de Aguirre Abellaneda, podría ser designado Auditor. Era innecesario someterlo a él a un desgaste de tomarle protesta, ahora retirarle el cargo para nombrarlo Auditor interino y en el futuro acaso volverlo a nombrar en definitiva. Todo esto no sucedería si los diputados hubieran actuado con prudencia, sensatez o, al menos, con sentido común.
A Bravo se le reconoce capacidad técnica para justificar su estadía al frente de la Auditoría. Habrá que decirlo: hubo rudeza innecesaria de los diputados con él. Veremos el desenlace de la telenovela.
Y a la pesadilla ya solo le quedan 299 días.
X@jaimelopezmtz
