Casi siempre es injusticia la austera severidad, y la dulce caridad es casi siempre justicia.
Concepción Arenal (1820-1893) Poeta española
La novela de Samuel García terminó como un desastre político y jurídico, simplemente porque no podía terminar de otra forma. Y aunque ya amenazó con volver en 2030, es de esperarse que nunca vuelva a ser candidato presidencial y, desde luego, que jamás vaya a ganar.
Su fracaso fue tan contundente como fácil de prever. Su juventud no es justificación de sus tropelías y abusos legales. En realidad, se trata de otra víctima más de Andrés Manuel López Obrador, quien lo empujó a jugar de esquirol en una elección presidencial a la que se inscribió sólo con la intención de frenar a Xóchitl Gálvez, pero con tal desaseo legal y político que su caída era inevitable.
Cierto, que haya sido usado cual vil títere por el presidente, no reduce su carga de responsabilidad en el fracaso que fue su precampaña. Él aceptó el denigrante papel.
Ahora, las cosas volvieron a su estado original, del que nunca tuvieron que haberse movido, con solo dos aspirantes presidenciales en contienda. Difícilmente Movimiento Ciudadano va a lograr imponer un aspirante más, sobre todo por la falta de otro perfil medianamente competitivo. Luis Donaldo Colosio, el único quizá con ese potencial, ya ha dicho que no es “el tiempo” de él ni de García.
Así, la gran ganadora sin duda con el triste final de la intentona de Samuel García, sin duda es Xóchitl Gálvez, que reducirá notablemente el riesgo de un voto diversificado para la oposición. Aún si MC inscribe otro precandidato, es claro que no será con el potencial electoral del gobernador de Nuevo León, de que su efímera precampaña no fue sino la crónica de una muerte política anunciada.
Y a la pesadilla ya solo le quedan 302 días.
X@jaimelopezmtz
