Es fácil ser valiente desde una distancia segura
Esopo (600 a.C.-564 a.C.) Fabulista griego
Ser alcalde en Michoacán, como en buena parte del país, es jugar a la ruleta rusa, y quizá jugando a ésta, se cuente con más oportunidades de salir con vida.
El secuestro de la presidenta municipal de Cotija, la panista Yolanda Sánchez, si bien constituye un golpazo a la gobernabilidad y la estabilidad de la entidad, lamentablemente es un hecho cada vez más normal: pocos, poquísimos ediles en Michoacán puede decirse que no estén bajo la presión del crimen organizado.
El secuestro de la alcaldesa cotíjense, ocurrido la tarde del viernes en Guadalajara, rompe con el estigma que acompaña a buena parte de sus homólogos: siempre que uno de ellos es agredido o es asesinado, la reacción natural, aunque seguramente muchas veces injusta, es la clásica “sin duda andaba metido en malos pasos”.
Todo apunta a que el secuestro de Sánchez tendría justamente un origen contrario: ella se habría venido oponiendo sistemática y temerariamente a entregar el control del cuerpo policiaco municipal a uno de los varios cárteles que disputan la plaza.
De hecho, hace apenas unas pocas semanas elementos de la Guardia Civil -otra vez la Guardia Civil- “tomaron” el edificio municipal para imponer a un nuevo jefe policiaco. De acuerdo con versiones de testigos recogidas en varios medios de comunicación, a los policías estatales los acompañaban civiles presumiblemente integrantes del cártel que había venido amenazando a la alcaldesa.
El rechazo de ésta a la imposición del jefe de la Policía y a entregar el control por completo a la delincuencia, hizo recular a la Guardia Civil. Las amenazas a la alcaldesa subieron de tono, y ella pidió apoyo no a la Policía estatal, por la sospecha de su connivencia con los crimínales, sino al Ejército. Se autorizó presencia militar, que incluso hace algunos días produjo un violento enfrentamiento con sicarios.
En ese ambiente de altísimo riesgo para Yolanda Sánchez, se da su secuestro en Guadalajara. En esa lógica y con ese contexto, no parece sorprender el ataque en su contra.
Y en general, es la misma presión para la mayor parte de los ediles michoacanos. De ello puede colegirse que si los demás siguen sin ser agredidos por los cárteles, es porque están doblegados a éstos. Yolanda Sánchez, todo apunta, no se entregó a la criminalidad y pagó las consecuencias con su secuestro.
Eso sí, al aproximarse las elecciones municipales veremos cómo sobran los aspirantes a las candidaturas, a sabiendas de que ser alcalde significa ser, sí o sí, subordinado del crimen organizado en al menos unos ochenta municipios. Ya sabemos los que ganan a qué clase de intereses responden.
Es de esperarse que Yolanda Sánchez aparezca con vida, pero su caso pone los pelos de punta, al confirmar que jugar a la ruleta rusa contempla más opciones de sobrevivencia que ser alcalde.
Y mientras, ¡que sigan los abrazos a los delincuentes!
Y a la pesadilla ya solo le quedan 372 días. X @jaimelopezmtz