El elector goza del sagrado privilegio de votar por un candidato que eligieron otros.
Ambrose Gwinet Bierce (1841-1914) Periodista estadounidense
Las fuertes lluvias no solo han abierto un peligroso socavón en la avenida Camelinas de esta ciudad, sino la cloaca de una obra pública de pésima calidad, pero cobrada a precios exhorbitantes.
Hoy está claro que el socavón tiene su origen en una obra de ingeniería de raquítica calidad, atribuible a partes iguales a los gobiernos de Silvano Aureoles y de Alfredo Ramírez Bedolla: el distribuidor vial salida a Mil Cumbres.
Ha quedado evidenciado que al construir el distribuidor vial, la empresa no cuidó el tipo de tubería para el drenaje empleado, lo que ahora ha propiciado que el pavimento en Camelinas, a escasos metros de dicha obra, se abra peligrosamente. Y ello, dicen los expertos, podrá repetirse en zonas cercanas en cualquier momento.
La referida obra fue tramitada por el gobierno de Aureoles en medio de notoria opacidad. No se concluyó en tiempo, y cuando llegó el bedollismo rehizo la asignación a otras empresas. Si el anterior gobierno ya se había llevado el infaltable “diezmo”, el que llegaba también demandaba el suyo.
En estricto sentido, lo ocurrido en Camelinas debiera obligar al gobierno a presentar cargos contra el contratista, pero surge el eterno problema: si hubo el consabido moche, como claramente lo hubo, ¿se atreverá la administración estatal a obligar al empresario a resarcir los daños? Lo más probable es que no, preferirá subsanar por su cuenta. Es lo malo de la corrupción gubernamental en la obra pública: cuando algo sale mal, no hay autoridad moral para acusar de nada. Ya veremos como la SCOP bedollista vuelve la mirada a otro lado, antes que señalar ineptitud de una empresa con la que algunos pocos hicieron buen negocio. Lo bueno es que son “diferentes”. Si no, al tiempo.
Y a la pesadilla, a la actual, ya solo le quedan 56 días. X@jaimelopezmtz