Ante las atrocidades tenemos que tomar partido. El silencio estimula al verdugo.
Elie Wiesel (1928-2016) Escritor estadounidense y Premio Nobel de la Paz
El asesinato de Mauricio Cruz Solís no solo abre la cuenta negra de comunicadores ejecutados en el gobierno de Claudia Sheinbaum, sino hace crecer a tres esa cifra en el bedollismo.
Y en los dos escenarios, no solo es estadística, es realidad trágica marcada por el común denominador: la sistemática denostación cuatroteísta al periodismo, así como la rutinaria impunidad para este tipo de agresiones.
Nadie apunta al gobierno como responsable de los atentados contra periodistas, pero sí por su omisión para generar condiciones de seguridad para el gremio y por su inacción para llevar a los criminales a prisión cuando ocurren las agresiones.
Apenas va a la mitad de su gobierno, y ya Alfredo Ramírez Bedolla deberá cargar con el fardo de acumular tres periodistas asesinados en su gestión. En marzo de 2022, fueron asesinados con apenas unos días de diferencia Armando Linares López y Roberto Toledo, ambos colaboradores de Monitor Michoacano, en Zitácuaro. En aquella ocasión, el gobierno de Bedolla se empeñó en minimizar las ejecuciones, bajo el argumento de que ninguno de los dos era periodista. Al menos ahora, en el caso del asesinato de Mauricio Cruz, ya no hubo esa insensible manifestación de indiferencia gubernamental.
Como sea, en el bedollismo asciende a tres el número de comunicadores que han perdido la vida de manera violenta. Habrá que reconocer que al menos Bedolla no ha secundado la fascista política de López Obrador y de Sheinbaum de criminalizar por sistema a los periodistas, pero ello no soslaya su incapacidad para propiciar un escenario de seguridad razonable no solo para la actividad periodística, sino en general para todos los sectores michoacanos. Esa sí es una realidad ineludible.
X@jaimelopezmtz
