El éxito depende más de la constancia que del talento
Silvia Portella. Compositora española
Las actividades de proselitismo no reconocido por la ley que la oposición y el oficialismo llevaron a cabo las últimas semanas, en busca de definir a su respectivo candidato presidencial, culminaron este fin de semana, y ahora todo se ha reducido a esperar el desenlace de los métodos que cada bando diseñó para evaluar a sus perfiles.
No parece haber muchas dudas que Xóchitl Gálvez y Claudia Sheimbaum serán las ganadoras de cada uno de esos bloques. Empero, lo que sí genera recelos y no pocas dudas, es la actitud que adoptarán los dos perfiles que quedarán en la orilla, Beatriz Paredes en el bloque opositor y Marcelo Ebrard en Morena.
Si la lógica impera, Gálvez y Sheimbaum deberán erigirse candidatas de la oposición y de Morena a la Presidencia, pero sus expectativas de triunfo en mucho pasarán por la manera en que en sus bandos se procesen las heridas que inevitablemente le quedarán a Paredes y a Ebrard. De la civilidad con que éstos encaren sus inminentes derrotas, en mucho dependerá la legitimidad y por tanto la solidez de las eventuales candidaturas del Frente Amplio por México y de Morena.
Una rebelión de la priísta y del ex canciller pueden sacudir el encumbramiento de Gálvez y de Sheimbaum, que en ambos casos deberán hilar fino para tratar de restañar heridas, que seguramente las habrá, para que no debiliten sus respectivas candidaturas.
Hay una diferencia: Beatriz Paredes no puede ser “aplacada” por nadie, dado que ni en el PRI ni en el bloque opositor hay un liderazgo que pudiera someterla. Entonces, una solución civilizada y madura políticamente solo podrá ser resultado de la capacidad negociadora de Gálvez. En cambio, Sheimbaum no tiene un ápice de posibilidades de convencer a Ebrard de aceptar su triunfo, porque ambos saben que éste está definido desde un inicio por Andrés Manuel López Obrador, quien sería el único con armas para someter a su ex canciller. Es decir, no estará en manos de Sheimbam hacerlo, pero tieneella un mesías que está para poner orden, aunque aun así no se descarta del todo una insurrección de Ebrard.
En ese sentido, parece haber más madurez en la priísta Paredes, sobre todo porque en el fondo siempre se supo detrás de Gálvez. En cambio, Ebrard jamás aceptó el favoritismo que desde un inicio le dio el presidente a su única mujer contendiente, y porque, también en el fondo, se siente con el peso para derrotarla si la contienda interna de Morena hubiera sido pareja y sin intervención política y financiera del gobierno.
Ebrard, además, tiene otro recelo por vencer: las encuestas que definirán al ganador, porque serán procesadas personalmente por López Obrador y éste emitirá el visto bueno o no para su publicidad. Por el lado de la oposición no parece haber ese problema, dado que PRI y PAN están parejos en poderío y control sobre sus propias encuestas, sin preminencia de nadie, lo que vuelve casi imposible su manipulación.
De la reacción de Paredes y de Ebrard, pues, en mucho se cifrará la solidez de las respectivas campañas de Gálvez y de Sheimbaum. Un pataleo de tal manera descontrolado de los perdedores puede provocar un auténtico dolor de cabeza; pero en sentido inverso, una actitud civilidad y madura puede legitimar al ganador, y en una elección tan cerrada como la que se vaticina, un detalle como ese puede ser definitivo. Si no, al tiempo.
Y a la pesadilla ya solo le faltan 400 días. X @jaimelopezmtz