Si el vaso no está limpio, lo que en él derrames se corromperá:
Horacio (65 a.C.-8 a.C.) Poeta italiano
Nadie sabe nada de López Obrador. Se volvió ojo de hormiga.
Más irónico que serio, Ernesto Zedillo dejó entrever que el tabasqueño viviría en la oficina de al lado de la Presidencia, en Palacio Nacional. Sus seguidores aseguran que vive plácidamente en su rancho La Chingada, en el sureste del país, y sus opositores lo ubican ya exiliado en Cuba.
De nada de ello hay certezas. Lo único cierto es que Claudia Sheinbaum parece haber encontrado la forma de ir deshaciéndose de la molesta sombra de su hacedor. Al menos, esa es la impresión que se genera, a la luz de ciertas determinaciones en las que pareciera ser ella quien las toma. No necesariamente para bien, pero serían decisiones de su autoría, sobre todo en el escenario de la nueva relación con Estados Unidos.
Pero al margen de ello, y por increíble que parezca, todo apunta a que López Obrador sí cumplió su palabra y se habría retirado de la actividad pública, así fuera tras bambalinas. No es descabellada la hipótesis de la oposición de que en realidad la presidenta y él hayan negociado con Cuba y su dictadura una estancia en la isla, al menos mientras pasa la “tormenta Trump” que, dicen algunos, sí estaría poniendo en riesgo la libertad del tabasqueño.
Los informes de carpetas judiciales abiertas en su contra en Estados Unidos, por su presunta vinculación con el crimen organizado, cobran fuerza a diario y hoy parece cosa de horas para el estallamiento de una bomba política y mediática, la relacionada con su posible orden de aprehensión con fines de extradición.
En esa lógica, es evidente que la gran beneficiaria indirecta sería la propia Sheinbaum, que lograría sacudirse por fin, y en definitiva, la pasada imagen e influencia de su guía.
X@jaimelopezmtz
