El verdadero destructor de las libertades del pueblo, es aquel que le reparte regalos, donaciones y beneficios
Plutarco (46-1209 Historiador griego
Que Ismael Zambada esté en manos del gobierno norteamericano causó furor en el gobierno de López Obrador y por consecuencia en sus huestes de seguidores. Las redes sociales se inundaron con mensajes de advertencia a Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, en el sentido de que seguro no dormían por la preocupación de ser exhibidos por el capo del Cártel de Sinaloa, en cuanto éste se decidiera a soltar la sopa.
Pues la soltó, o comenzó a soltarla, pero no fue en el sentido que López Obrador y los suyos suponían. Todo lo contrario, al revés. La primera declaración del viejo líder criminal no fue para incriminar a nadie de los odiados gobiernos neoliberales, que seguramente también lo hará en su momento, sino nada más y nada menos que a un “hermano” –así le llama- del presidente, el gobernador sinaloense Rubén Rocha Moya.
Éste es el que no debe dormir bien desde el viernes anterior. De acuerdo con Zambada, fue traicionado por su ahijado Joaquín Guzmán López, quien con engaños lo hizo presentarse en una reunión en la que se dirimirían problemas de la Universidad Autónoma de Sinaloa, y en la que estaría presente Rocha Moya. Al llegar al sitio, Zambada fue apresado y subido a un avión que lo llevó, junto con Guzmán, a El Paso, Texas, donde ya lo esperaban oficiales del FBI.
El gobernador se apresuró a asegurar que ese día él se encontraba en California, pero aun si eso fuera cierto, no reduce la gravedad del fondo del asunto: si Zambada fue convocado a una reunión con el gobernador, es porque era normal que ambos se encontraran. ¿Qué diablos tiene que reunirse un gobernador con el mayor capo para ventilar cualquier tema?
Pero no solo eso, Zambada declaró que en el mismo sitio donde él fue apresado, asesinaron a Héctor Melesio Cuén, enemigo político de Rocha, y quien supuestamente también participaría en la reunión, en tanto ex rector de la Universidad. Y por si fuera poco, Zambada declara que uno de los cuatro escoltas que llevaba, y que aparentemente fue asesinado ahí mismo también, era un mando policiaco de ese estado. ¡El jefe de la Policía cuidando al capo!
Las miradas se vuelven hacia el gobernador, que además de exhibido por sus ligas con Zambada, ahora tiene que enfrentar señalamientos de traición a éste y de asesinato de un opositor, lo que haría que su vida penda de un hilo.
Así, esa detención, que parecía un canto de sirenas para López Obrador y su 4T, se ha convertido en un boomerang, al grado que ahora el mensaje en redes de sus huestes es ¿a poco le vamos a dar crédito a lo dicho por un narcotraficante? Qué difícil es ser adorador de López Obrador. Las maromas que hay que dar.
Y a la pesadilla, a la actual, ya solo le quedan 49 días.
X@jaimelopezmtz