Durante las últimas dos semanas el tema nacional ha sido Puebla, por la lucha que las autoridades enfrentan contra la mafia identificada como “Huachicoleros”, que no son otra cosa que ladrones a gran escala de gasolina, en un capítulo que ha dejado varios muertos y ha corrido el velo de la realidad que impera en México: el crimen se mueve a sus anchas por todos los rumbos del país y es capaz de poner en vilo a las fuerzas federales, incluido el propio Ejército.
Hoy es Puebla pero antes fueron Baja California, Chihuahua, Sonora, Nuevo León, Sinaloa, Tamaulipas, Michoacán, Guerrero, Jalisco, Coahuila, Estado de México, Morelos, Veracruz, Nayarit, Colima, Quintana Roo y la propia Ciudad de México, donde también -aunque se diga lo contrario- los delincuentes hacen de las suyas.
A través de diferentes formas, caretas y motes que se adoptan en cada estado y de acuerdo a los intereses regionales, la mafia se mueve con el denominador común del uso de prácticas gangsteriles y guerrilleras copiadas de otros países.
Así, han operado y siguen operando los Golfos, Zetas, Rojos, Juárez, Pacífico, Talibanes, Cuines, Tijuana, Línea, Aztecas, Matazetas, Barbies, Familia, Templarios, Generación, Beltrán, Guerreros, Ardillos, Línea, Zafiros, Empresa, Mexicles, Huachicoleros y un larguísimo etcétera, cada uno con la aplicación de métodos cada vez más violentos y sanguinarios.
La producción, venta y trasiego de estupefacientes -con mayor escala ahora en las drogas sintéticas, que no son otra cosa que un auténtico veneno a base de químicos- son el punto de partida y se complementa con acciones paralelas como extorsión, robo de autos, asaltos, secuestro, tráfico de personas, tala clandestina, saqueo de minas, y ahora el robo de gasolina de los ductos de PEMEX.
Esas agrupaciones criminales han procedido a la inhabilitación de cuerpos policiacos que caen ante el deslumbramiento del dinero fácil o ceden ante la amenaza del fusil, dando paso a la operación sin resistencia del crimen que, empoderado, hace de las suyas sin que haya zona geográfica del país donde no se tenga presencia de éste.
Ni la intervención del Ejército o la Marina, aun cuando se han dado importantes golpes en contra de cabezas de la delincuencia, ha impedido que la mafia se mueva en sus distintas formas. Desde la multipublicitada incursión de la Secretaría de la Defensa Nacional en la lucha contra las drogas, en los primeros días del gobierno de Felipe Calderón Hinojosa, el “avispero” se agitó y las organizaciones criminales parecieron multiplicarse al grado de que cae un “barón” del crimen, pero surgen tres.
Para complementar el cuadro, las televisoras nacionales han dado cabida a producciones venidas de otras latitudes en las que se hace apología del delito y se genera la creencia de que estar del lado de la delincuencia únicamente genera riqueza que permite acceder a la vida de placeres y lujos. Es así como cada vez más jóvenes se incorporan a las actividades ilícitas sin reparar que también está de por medio la muerte.
Hoy le ha tocado a Puebla, pero la estela de sangre y dolor que deja a su paso el crimen ya ha recorrido todo el territorio nacional y mañana seguramente llegará a otro estado.
@LNolasco