Para nadie es un secreto desde su surgimiento, los Estados Unidos de Norteamérica iniciaron una política de expansión y dominio de territorios a costa de sus vecinos. Así fue como presionó a España para que le vendiera a la Florida; de Francia consiguió, también mediante compra, La Luisiana.
México sabemos que también fue víctima de la política expansionista de los Estados Unidos y fue así como se perdió más de la mitad del territorio original del país.
De Rusia la naciente nación se hizo del millón de kilómetros cuadrados de Alaska, también mediante una compra.
De Hawái, que era un país independiente, con monarcas propios, se apropió cuando logró generar un golpe de estado, que depuso a los gobernantes del archipiélago, que años después incorporaría con el carácter de estado.
Ya a fines de del siglo XIX, los estados Unidos, también por medio de una guerra contra España, de los restos del imperio que llegó a tener este país; de ahí que estableció prácticamente un protectorado sobre sobre Cuba, que duraría hasta entrado el siglo XX; sobre las Filipinas tuvo la administración hasta después de la Segunda Guerra Mundial, que pasaron a ser un país independiente y está el caso de Puerto Rico, que hasta le fecha es prácticamente una colonia estadounidense, con el pomposo nombre de “estado libre asociado”.
Mención aparte esta Panamá, que fue hasta 1903 parte de Colombia, año en que incentivado por los propios Estados Unidos se independizo, para llevar a cabo el proyecto del canal que hasta hoy permite la navegación entre los océanos Pacifico y Atlántico y que quedó bajo control norteamericano hasta 1999, que fue devuelto plenamente a la república panameña.
Este listado son solamente algunas de las acciones que los Estados Unidos realizaron con países americanos para expandirse -no hablaremos acciones similares en otros continentes-, justificándolas en la doctrina del “Destino Manifiesto”, que argüía que era una manifestación de la divinidad que los estadounidenses se expandieran por todo el continente americano, apropiándose de cuantas tierras fueran posibles, al ser esta la voluntad de Dios.
Desde la presidencia del Franklin Delano Roosevelt, esa política fue desplazada por una más benévola, al menos en materia de dominación territorial, conocida como “Del buen vecino”, que aminoro el expansionismo territorial de los Estados Unidos.
Pero ahora con el retorno de Trump a la presidencia, pareciera que el Destino Manifiesto estuviera despertando de nueva cuenta, al menos por las declaraciones que el presidente electo ha dicho en estos meses previos a su nueva toma de posesión.
Una primera tiene que ver con el hecho de menciona que Canadá debería de convertirse en el estado número 51 de los Estados Unidos y de llamar al Primer Ministro Justin Trudeau, gobernador, en lo que sin duda es una falta de respeto, pero un coqueteo con la idea de una anexión canadiense.
Por otro lado, ya lo había dicho desde su primera presidencia, Donal Trump había hecho el comentario de la compra de Groenlandia a Dinamarca, por considerarla vital para su seguridad; la compra de territorios en el siglo XIX fue una práctica que fue muy exitosa para nuestro vecino del norte.
Y más recientemente, Trump ha mencionado la posibilidad de que los Estados Unidos retomen el control del Canal de Panamá, por no gustarle el manejo que este país soberano hace sobre su territorio.
¿Qué tan posible es que estas manifestaciones trumpianas se hagan realidad? No está claro, uno podría pensar que es muy posible que se trate solo de una bravata para conseguir alguna ventaja comercial o militar, pero el ejemplo de la agresión de Rusia sobre Ucrania también muestra que las potencias cuando quieren pueden agredir a otro país para obtener ventajas.
Lo que sí, no se puede negar, es que el lema de Trump, Make America Great Again (Haz a los Estados Unidos grande otra vez), hace recordar a varios estadounidenses que, desde su optica, Estados Unidos fue grande, cuando creció a costa de sus vecinos.
En los próximos años veremos si el Destino Manifiesto, esa ideología norteamericana del XIX, cobra nuevos bríos en pleno siglo XXI.