Recuerdo, hablare en primera persona, que hace años, cuando estudiaba mi maestría en Querétaro, que en una ocasión que tome un taxi, en diciembre de 1997 me parece, que el conductor platicando me decía de hábitos que tenían algunos michoacanos, no precisamente los mejores, como era la costumbre que algunas personas (recalco la palabra algunas) tenían y aún tienen, de hacer tiros al aire, en fechas como son el 24 de diciembre y el 1º de enero, como una forma de festejar esos días investidos de celebración religiosa.
El conductor cerraba su charla, diciéndome, con mucha inocencia y sin ninguna doble intención, de que estábamos muy salvajes los michoacanos por esa práctica de algunos. Mi reacción fue precisar que la mayoría no teníamos esa práctica.
De igual forma, recuerdo que también con una asesorada mía de tesis de doctorado, curiosamente también de Querétaro, que me comentaba entre los años 2009 y 2012, de que habían tenido un hecho de armas en su ciudad, con algunos muertos, lo que para ellos no era algo cotidiano, y me agregaba, también sin ninguna mala intención, como si eso fuera algo normal para los michoacanos: “es que nosotros no estamos acostumbrados como Ustedes” y mi respuesta fue breve, pero creo que clara “¿y quien te dijo que nosotros estamos acostumbrados?”.
Si bien, las anteriores líneas, más que en el análisis pareciera que están en el plano anecdótico, la intención es reflexionar sobre el riesgo de perder la sensibilidad frente a los hechos de violencia, que ahora no son un tema sólo de los michoacanos, como nunca ha sido así, incluso ahora Querétaro esta dejando ese estado con una aparente paz permanente, para empezar a ver como crecen sus índices de delincuencia.
Sabemos que en Michoacán hay zonas con altos niveles de criminalidad, lo que nos debe de preocupar a todos, no verlo como algo normal o natural por así decirlo; pero ahora esa violencia empieza a verse de forma creciente también en Morelia, con hechos que día a día no dejan de llamar la atención e incrementar nuestra preocupación.
Un día sí y otro también, pero los muertos por hechos de la violencia empiezan a ser parte de las notas periodísticas. Así podemos enterarnos de ejecuciones en diversas colonias de la ciudad; otro día nos llega la noticia de ataques a bares y ahora, el más reciente hasta el momento de escribir estas líneas, en las canchas de la liga municipal de futbol.
Esto nos lleva a preguntarnos sí esta violencia seguirá en ascenso y en donde será el próximo ataque, lo que nos pone a muchos en la zozobra de en qué momento estaremos en el lugar equivocado cuando se dé un nuevo ataque.
En tanto esa creciente violencia va en aumento, sale a flote la falta de coordinación entre las autoridades responsables de dar seguridad a los ciudadanos, quienes con frecuencia se señalan unos a otros por no cumplir con su responsabilidad.
Es necesario que esas diferencias se superen en bien de todos los michoacanos y mexicanos; más allá de quien es responsable, lo que la gente es soluciones, tranquilidad y paz.
Sería un error normalizar la violencia, como si fuera algo a lo que estamos acostumbrados como me llegaron a referir hace años, porque a pesar de todo el tiempo que ha pasado, muchos no nos hemos acostumbrado a vivir con la inseguridad.
Pienso que estamos a tiempo de hacer un esfuerzo para que esta inseguridad no crezca y vivamos aquellos lamentables hechos de la primera mitad de la década pasada, cuando la violencia llegó a paralizar, con quema de autos y tiroteos, a la ciudad.
La historia nos debe de servir, entre otras cosas, para tratar de evitar momentos tristes y difíciles para la sociedad.