La semana que concluyó tuvo lugar un nuevo festejo por la Revolución Mexicana, que inicio en 1910.
A 114 años de ese movimiento armado, que puso fin al gobierno de Porfirio Díaz, muchas cosas han cambiado en nuestro país, como era de suponerse.
De entrada, México a principios del siglo XX era un país eminentemente rural, donde la mayor parte de su población radica en el campo; de ahí que la celebración se suela llevar con ropa que, para los nacidos a partir del año 2000, les puede parecer extraña, debido a que son parte de una sociedad que ha cambiado.
Hoy, solo por citar algunas cuestiones, la mayor parte de los mexicanos somos población urbana y pocos usan sombrero y menos viajan en tren, por haber sido un medio de transporte, que desde los años noventa del siglo pasado, dejo de usarse para transportar pasajeros y los pocos que quedaron se emplearon principalmente para carga.
Apenas recientemente se empezado nuevamente con proyectos para que nuevos ferrocarriles transporten nuevamente a turistas.
La Revolución Mexicana se nos ha presentado durante mucho tiempo, de forma muy simplista, como la lucha de los campesinos contra el dictador Porfirio Díaz y que, por la lucha contra su perpetuación en el poder, el país se vio ensangrentado al menos hasta 1920, es decir una década.
Sin embargo, esa visión, que se nos enseñaba en la escuela, ocultaba, de que, además de sí, ser una lucha por cambiar las condiciones de vida de millones de mexicanos y de que tuvo como detonante la búsqueda de salida de Díaz, oculta que también fue la lucha de hombres, todos ellos de carne y hueso, que tuvieron ambiciones y proyectos personales, que los llevo a confrontarse entre ellos en varias ocasiones.
De entrada es simplista que la lucha fue para deponer a Porfirio Díaz, lo que en parte es cierto, pero resulta que el levantamiento contra el presidente inicio en su fecha oficial, del 20 de noviembre de 1910, habiendo renunciado el 25 de mayo de 1911, es decir, seis meses después de haber iniciado el movimiento revolucionario y sin embargo, todas las fechas que se consideran como de conclusión de este movimiento se van más allá de la renuncia.
Hay quienes dicen que la revolución concluyó el 5 de febrero de 1917, con la promulgación de la constitución de ese año; otros dicen que en 1920, con el fin de la lucha armada, no faltando quienes señalan periodos y acontecimientos más lejanos.
Esa sería una falacia, que todo se reducía a la salida de Díaz.
Por otra parte, es común presentarnos a los diferentes líderes y caudillos hermanados en mejor al México que sobrevivió a Díaz y puede que sea una estrategia didáctica para enseñar la historia de nuestro país, en tonos blancos y negros, donde los héroes son totalmente impolutos y los llamados villanos son actores plagados de maldad.
Lo cierto es que la realidad es mucho más compleja que esa visión simplista. Madero encabezo el inicio de la lucha, llamó a las armas, pero él no aspiraba a una revolución, sino que, a una transición a un sistema democrático, donde con la aplicación correcta de las leyes, se resolvieran los problemas sociales.
Ese cuidado de las formas, llevó que sus propios aliados, quienes veían con real urgencia la resolución de sus problemas, se decepcionaran con Madero, como fue el caso de Emiliano Zapata, para quienes la lucha había sido para hacer cambios profundos y rápidos, por eso el caudillo de Morelos se levantó en armas contra el nuevo presidente, como lo había hecho contra Díaz.
Y si se considera que Álvaro Obregón y Francisco Villa ambos son considerados héroes de la revolución, lo cierto es que en el campo de batalla fueron acérrimos enemigos, habiendo tenido batallas fuertes, como fue la de Celaya, donde las tropas del primero derrotaron al general de Chihuahua, iniciando con desde ese momento la debacle villista, pero también en ese mismo enfrentamiento el General Obregón perdió un brazo.
En esta columna, también de una forma muy rápida y sólo con algunos breves ejemplos, hemos tratado de mostrar, como es necesario repensar la historia y su enseñanza; dejar de presentar los hechos como lineales y distorsionando los hechos para encontrar un discurso coherente, que en la realidad no existe.
Repensar la Revolución Mexicana a doscientos año, puede ser un ejercicio aleccionador y que nos de señales donde estamos parados y hacia dónde vamos.