6:00 hrs.- Puntual como una corrida de toros, llega, hasta el domicilio que me queda justo enfrente, un joven montado en una moto. Conduce por la banqueta. El joven, que viste una chamarra oscura con un letrero en la espalda que dice: “Padres de San Diego”, se baja de la motocicleta, toma de una canastilla que lleva en la parte delantera de la unidad, un ejemplar de un diario local y lo introduce por la rendija del buzón de la casa. A quien allí vive le gusta estar bien informado; y a buena hora.
6:45 hrs.- Al mismo domicilio llega una camioneta. Su conductor se baja y toca el timbre. Alguien le abre la puerta, y enseguida, el recién llegado se introduce en el domicilio y empieza a sacar, uno por uno, cuatro, cinco, seis botes repletos de basura. Se retira sin que nadie le haya pagado. Al propietario del inmueble le gusta que, en todo momento, su casa luzca impecablemente aseada. Faltaba más.
7:00 hrs. Otra vez una moto se acerca hasta el domicilio. No es la misma. Ahora la conduce un señor gordo que lleva una cachucha con la visera vuelta hacia atrás. Al bajarse toma con agilidad una bolsa de plástico que lleva para el, o los, moradores. No soporto la curiosidad y le pregunto: “Perdone usted, ¿qué lleva esa bolsa?” Me contesta: “seis kilos de carne que entrego todos los días”. Entrega la carne y se retira. Tampoco le pagaron. “Seguramente una familia numerosa la de estos ricachones que comen carne a diario”, pienso enseguida.
7:50 hrs.- Un enorme vehículo con una pipa repleta de gas se estaciona frente a la casa. Llama a la puerta y se asoma una persona. Puedo verla. Se trata de un muchacho que viste pantalón blanco. El conductor de la pipa desenrrolla una enorme manguera que parece ser de lona; su acompañante se introduce en la casa y unos segundos después ya está asomándose a la calle desde la azotea. Terminan de cargar el, o los tanques, y se retiran sin haber recibido el pago correspondiente. Pienso que allí vive un funcionario.
9:40 hrs.- Otra camioneta llega, y su conductor empieza a hacer recorridos del vehículo al interior del domicilio y de éste a la unidad; en cada viaje lleva costales con verduras, sacos de sal, de azúcar, de arroz. Se retira sin que alguien le hubiera pagado por sus servicios.
10:15 hrs.- Otro pesado vehículo con una pipa se estaciona en el mismo lugar. Llama a la puerta y se repite la misma secuencia: vacía una respetable cantidad de agua y se retira, sin cobrar, lo que reafirma que allí debe vivir un hombre influyente.
Picado por la curiosidad, decido permanecer en la acera de enfrente, con el riesgo de que, quien allí mora, seguramente un potentado, me califique como un “sospechoso”. Pero me tranquilizo al recordar que ahora todos somos inocentes, que todo es amor y paz, y que a nadie se castigará por parecer sospechoso. Así que decido continuar en el mismo sitio. Total: si ya perdí más de dos horas de fisgón, qué más da acabar con la mañana. Quiero saber quién diablos vive allí. Quién es el afortunado mortal merecedor de tantas atenciones. Y, ¿por qué no paga por los servicios?
Me sorprende ver salir a muchachos y muchachas de aspecto modesto. No aguanto más y pregunto. Se me informa que se trata ¿de qué o de quién cree usted?
De una Casa del Estudiante. ¡Bendito sea Dios! Y yo, a mi edad, todavía sobándome el lomo, como dicen en el rancho, para llevar la papa.
jaimelopezrivera2@hotmail.com