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sábado, abril 19, 2025

EL MIEDO DE LOS MORELIANOS

 

DR JAIME LPEZ RUna nueva preocupación se ha venido a sumar a las angustias de los morelianos, como si no fueran suficientes las que de tiempo atrás los venían acosando: desde la actualización de los pagos por el impuesto predial, hasta el riesgo latente de la caída de los Monarcas al circuito menor del fútbol, pasando por la insuficiencia del agua potable, la crasa pobreza de la educación, las inminentes inundaciones; el incremento en el precio de insumos básicos para la subsistencia y muchas más.

Y el nuevo temor está sobradamente justificado. Se empezó a gestar hará cosa de unos cuatro meses, cuando las autoridades municipales informaron que se “peatonizaría” (dominguero término que alguien labró así, con hierro candente en la memoria colectiva) nuestro Centro Histórico. Para que mis campesinos lo entiendan, quisieron decir que se harían adaptaciones en edificios y calles muy céntricas de la ciudad, de manera que éstas se puedan recorrer a punta de huarache.  

Y allí se originó este miedo hiperbólico. Fue necesario seleccionar las calles y los edificios más emblemáticos del centro moreliano y someterlos a una modernización, ya no al estilo vallejista, de voltear la cara de las baldosas, sino a una mejora más creíble, menos pueril. Las calles no fueron problema. El conflicto, el origen del temor de los coterráneos, tiene que ver más bien con los edificios.

Como es obvio, los edificios deben ser circundados con láminas de triplay, lo que tiene varias ventajas: permite que los trabajadores puedan desempañarse con mayor libertad; evita que los vándalos hagan de las suyas; afectan menos a vecinos y caminantes con los materiales de desecho que en toda obra se generan; reducen, hasta cierta medida, el robo de materiales y evita que el edificio embellecido pierda, ahora sí como dicen los que saben deportes, el factor sorpresa, para los ciudadanos. 

Pero también hay que proteger los edificios con grandes lonas o plásticos negros, siempre negros, vaya usted a saber por qué. Y ése es el problema. Cuando un moreliano adulto ve un edificio protegido de la vista popular, así como si algo escondiera y, sobre todo, cuando dura mucho tiempo la famosa “remodelación”, de inmediato nos llega a la memoria el viejo cine Colonial, aquel al que, cuando estudiantes, alguna vez llevamos a la novia (nunca he sabido de dónde diablos sacábamos los dos pesos que costaba el boleto).

“Pero ¿qué tiene que ver esto con ese temor del que nos viene hablando?”, se estará preguntando más de alguno. Pues tiene que ver; y mucho. Porque de inmediato nos asalta la duda: ¿No le habrán dado esas remodelaciones a un señor llamado Cuauhtémoc Cárdenas, hijo de un ex gobernante?

 

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