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Morelia
lunes, diciembre 23, 2024

PANCARTAS

DR JAIME LPEZ REl día 24 de mayo, los morelianos vivimos una manifestación singular. Por la avenida Madero desfiló un grupo de morelianos, pidiendo al gobernador (ignoro por qué se dirigían a él, si, según entiendo, la empresa que maneja ese negocio, es particular), que el equipo local de futbol no se mudara a otra plaza, según la especie que había venido circulando entre los interesados en el mundo de ese deporte.

Esa mañana, cuando se preparaban para salir, hasta el domicilio de quien esto escribe llegaba la algarabía, los gritos, las indicaciones de que se guardara orden. Me contagié del ambiente y decidí acudir al jardín de Villalongín para estar cerca de los manifestantes y, de paso, salir y ver un poco la calle que no miro desde hace dos meses. Por supuesto que no participaría, pero no quería perderme el espectáculo. Tomé mi cubrebocas y me dirigí al jardín.

Ya estaban reunidas unas 500 o 600 personas, listas para iniciar una marcha. Esta culminaría, según se me dijo, en el Palacio de Gobierno. Llamaron mi atención en especial dos señoras que discutían. Una de ellas, joven, de unos 30 años, llevaba a un niño en brazos; la otra era una mujer, tal vez cincuentona, que masticaba chicle con particular entusiasmo. Con cierto ritmo, abría la boca y dejaba caer la mandíbula no menos de seis centímetros y permitía ver una irregular cadena de dientes.

Me acerqué cuanto me fue posible. No quería perderme el espectáculo; más bien, el doble espectáculo, porque a la discusión que sostenían las mujeres, había que agregar aquella especial manera de masticar. El motivo de la discusión era, al parecer, muy banal. Ambas portaban una pancarta y, por lo que alcancé a escuchar, cada una deseaba que su cartulina fuera gritada por el hombre que iría repitiendo esas consignas tan comunes en las marchas.

     —La mía está mejor —decía una.

     —Pues que él escoja —argumentaba la otra.

     —Si al cabo, ni usted ni yo vamos a sacar nada. Las dos queremos lo mismo para todos. ¿Sí o no?

     —Pues, eso es lo que yo digo.

No sé qué me interesaba más: si ver en qué terminaba la discusión, o conocer los mensajes, motivo de la discusión.

Por fin se acercó uno de los organizadores y pidió que le mostraran las pancartas. Estiré el cuello para ver las leyendas. Eran prácticamente iguales. Una decía: “Nada me importa el covid; yo quiero al Morelia aquí”. La otra rezaba: “Me vale madre el covid; sin el futbol me quiero morir”.

Regresé a la casa con dos imágenes en la mente: una, la de las pancartas; la otra, ya sabe usted cuál.

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