Las redes sociales o de comunicación digitálica son un instrumento a la vez demoniaco y celestial. Por ellas circula todo tipo de información: noticias, resultados de encuentros deportivos, desapariciones, milagros, vidas de famosos y chismes de todo género. A través de ellas también se concretan citas, se transcriben recetas de cocina o se le envía a alguien un atento recordatorio con inconfundible acento maternal. Esa información, incluso, sirve, como en el caso presente, para mojar la pluma y escribir alguna nota.
Hace dos días, por ese medio, circuló un video en el que se difunde la intervención de un diputado de la legislación local. Habló desde la tribuna, de lo que, por enésima vez, acababa de ocurrir en la ciudad bloqueda por manifestantes: la detención de algunos de ellos y su posterior traslado a las instalaciones policiacas.
En alguna parte de su intervención, el diputado señaló, palabras más, palabras menos: “Los manifestantes no tienen el privilegio de andar en helicóptero como el gobernador”. Después de haber exprimido al máximo sus neuronas, consideró que era el momento de terminar su participación. Y así lo hizo.
Podrá usted imaginar el torrente de comentarios que siguieron circulando por las redes de la sociedad. Para unos, el diputado fue un valiente, responsable, oportuno, directo y claro. Hasta hubo quien, no sé si en son de veras o de bromas, escribió: “De esos diputados son los que necesitamos. Ojalá se reelijan”. Otros epítetos que circularon, por supuesto más numerosos, fueron: “Ratero, sinvergüenza, holgazán, oportunista”. En medio del huracán de opiniones un servidor emitió la suya. Ahí va.
El señor diputado, cuyo nombre no me fue posible obtener, se quedó corto. Es verdad, señor diputado, que los manifestantes no tienen helicópteros; pero tampoco se les pagan salarios como los que usted recibe. No disponen de las prestaciones, apoyos y sobresueldos que usted sí obtiene. Ellos no tienen acceso a esos viajes de representación que tanto gustan a los diputados. Tampoco pueden, como usted, auto asignarse un aguinaldo ad libitum. No gozan, como usted, de una protección especial llamada fuero. Y podríamos seguir mencionando una larga lista de posiciones antitéticas entre un diputado y la población que les paga, merecida o inmerecidamente.