Jamás he sido, ni conocedor en algún campo específico, ni experto en alguna rama del quehacer humano. Mucho menos he tenido veta de adivino o sangre de profeta. Y menos tratándose de política. Simplemente, soy un profesional a quien le gusta observar primero, y expresar sus ideas después.
Sin embargo, en el año 2012, cuando el ingeniero Silvano Aureoles Conejo compitió por primera vez para llegar a la gubernatura del Estado, escribí que “no era su tiempo”. Luego, tres años después, a principios del año 2015, cuando ya no estaba el peor gobernante que ha tenido el estado, y quien, además, fue el peor enemigo del ingeniero Aureoles Conejo, un tal Leonel Godoy, escribí, en un artículo como el presente, usando dos expresiones rancheras y con base en la pura observación, que el ingeniero Aureoles “iba en caballo de hacienda”, o que “la llevaba cincho”. Y así ocurrió: triunfó sobre Chón Orihuela y dejó en el camino a Cocoa. Aunque no se escribe con las canas, en este caso para algo sirvieron.
Ahora, a seis y tres años de distancia de los sucesos mencionados, vienen a mi mente algunas ideas que quiero compartir con mis once lectores.
Sabemos que hay tres aspirantes a la presidencia de la República con posibilidad de triunfo. Creo que a los demás no les va a alcanzar. Así que por esta ocasión no mencionamos a los posibles candidatos independientes, porque, en mi opinión, se nos abrió muy tarde esa rendija de democracia que son las candidaturas independientes. Lamentablemente, creo que no es todavía su tiempo. Espero que sí lo sea para la siguiente contienda electoral.
Los tiempos electorales son tinta y nada más, lo cierto es que en los hechos ya no se trata de precandidatos: todos andan a la greña buscando los votos. Y si analizamos lo que con cada uno ha ocurrido, su actuación, lo que han dicho, lo que han dejado de decir, qué han preguntado y cómo han contestado, perdóneme usted, pero no deja de llegarme a la “sesera” lo vivido en Michoacán y que he relatado, líneas atrás, a manera de introducción.
¿Habrá uno a quien se le pueda decir lo que hablamos de Aureoles Conejo en 2015, alguien que vaya “en caballo de hacienda”, que “la lleve cincho”, o, para decirlo más apropiadamente, que “sea su tiempo”? No lo sé. Pero estoy seguro de que, si reúno a veinte o treinta amigos y me atreviera a decirles que mi compadre AMLO es ese alguien, dependiendo de a quién se lo preguntara, habría quien me dijera: “Dios te oiga”, pero otros, seguramente, me espetarían: “que la boca se te haga chicharrón”.
Y usted, ¿qué diría?