Todavía a mediados de febrero, los expertos visualizaban un menor impacto de la pandemia por COVID-19, sin embargo, la invasión de Rusia a Ucrania coló la geopolítica en la agenda de temas para repensar los caminos de la recuperación del sector en le región.
Todo indica que la pandemia de COVID-19 se empezará a ver por el espejo retrovisor con el correr de este año, esto representa una gran noticia para el sector, que empieza verse beneficiado por la flexibilización y paulatina retirada de las restricciones de viaje. Hace exactamente un año, uno de cada tres destinos seguía cerrado al turismo internacional. Y casi dos años atrás, el 80% de los países de América y el mundo habían cerrado sus fronteras.
En la actualidad, menos del 5% de los destinos mantienen una restricción completa a los viajes (la mayoría en Asia) y ninguno en América. De todos modos, en América, el 88% todavía tiene algún requisito vinculado al COVID, pero cada vez más leves.
Ante este panorama optimista, surgió la invasión de Rusia a Ucrania. Hasta ahora el efecto más directo sobre la actividad turística es el cierre de destinos turísticos. En 2019, la Federación de Rusia había generado 45 millones de viajes internacionales y poco más de 36 mil millones de dólares, lo cual la ubicaba en el sexto lugar mundial dentro de los mayores mercados emisores de turistas. Tras la invasión a Ucrania, cerca de 30 países cerraron su espacio aéreo a Rusia, a lo cual Moscú ha correspondido con idénticas medidas. Solo este dato es ya un golpe sensible para la recuperación de la actividad.
Sin embargo, la incidencia de los visitantes rusos en América Latina es marginal, excepto en destinos puntuales con los que mantenía conexión aérea (República Dominicana, México, Cuba y Venezuela). De hecho, ninguno de los países de la región está entre los 20 destinos principales para los turistas rusos. Un golpe que sí sentirán naciones como Turquía (en 2019 recibió 6.7 millones de rusos), China, Alemania, Italia o Grecia. Son precisamente Turquía y Grecia dos destinos turísticamente importantes en el sur de Europa y, a la vez, son de los más dependientes del mercado ruso. Es posible que estos, en las próximas semanas, tengan que incrementar sus esfuerzos por captar turistas de otros mercados, generando una mayor competencia y una disminución de precios para contrarrestar una eventual merma de turismo procedente de Rusia.
Aunque por el momento no pega directamente en nuestra región, la actual escalada del petróleo impactará más temprano que tarde, en las tarifas aéreas. Y si bien lo aumentos se trasladaran a todos los boletos de avión, una disparada en el costo del transporte pesará más sobre los presupuestos de viaje que incluyan rutas aéreas más largas. Esta situación potencialmente deja en una mala posición a los destinos de larga distancia como los nuestros ante los mercados europeos y americano.
A menos de dos semanas de la Inauguración del Aeropuerto de Santa Lucía, éste carece de certificación que lo avale como aeropuerto internacional de acuerdo con los requerimientos de diseño, seguridad y operación conforme los niveles de seguridad operacional impuestos en el anexo 14 de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI). No debemos olvidar que la Agencia de Aviación Civil (AFAC) de México se encuentra degradada a nivel 2 por no cumplir con los estándares de seguridad impuestos internacionalmente por OACI, circunstancia que determina la FAA de Estados Unidos.
Aunque la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes haga lo imposible para que el AIFA cuente con suficientes pasajeros y vuelos que lo justifiquen, no dejará de ser un aeródromo regional civil-militar con vuelos domésticos. El Sistema Aeroportuario Metropolitano es un proyecto fallido cuyo espacio aéreo seguirá saturado a un costo demasiado alto.
