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viernes, abril 18, 2025

CARTA ABIERTA AL PRESIDENTE ELECTO

leopoldogonzalesquintanaSeñor Presidente Electo:

Decidí escribirle por varias razones, pero, fundamentalmente, porque hay señales ominosas sobre el futuro inmediato de nuestro país, de las que usted es el principal responsable.

Nunca había ocurrido que un Ciudadano Presidente Electo, por la adopción de acciones adelantadas de gobierno y por la toma de tantas decisiones erráticas y/o equivocadas en tan corto tiempo, hubiese inquietado, preocupado y alarmado tanto al país como en los meses recientes.

Sin duda, a México le hacía falta una sacudida anímica y mental de gran calado, como esa de la que usted ha sido artífice en los últimos 150 días. Sin duda, era y es necesario superar el Antiguo Régimen y sus secuelas, para que el país no continúe patinando en las aguas revueltas de la corrupción e impunidad, en la peor crisis de seguridad de su historia, en los alarmantes niveles de desigualdad y asimetría económica que conocemos y en una realidad que tocó fondo: la de un terrible e inquietante divorcio entre un gobierno que se quedó sin sociedad y una sociedad que se quedó sin gobierno.

Usted, pese a su trayectoria que no es lo blanca o transparente que usted cree o le hacen creer, se convirtió, a lo largo de meses y aún años de lucha perseverante, en filtro para encauzar una frustración colectiva, en personificación de una esperanza, en cauce para intentar -por medio suyo y de sus sueños y propósitos- una transformación que nos permitieran recuperar la grandeza de México para todos, no para unos cuantos.

Insisto en ello: Usted, pese a sus grandes y obvios inconvenientes (entre ellos, su populismo recalcitrante, que usted no acaba de entender racionalmente), se volvió referente mediático e instrumento social de una creencia de cambio, que el 1 de julio pasó su primera aduana al sumar 30 millones de votos: votos que, al optar por la coalición electoral que usted encabezó, no sufragaron por la persona de Andrés Manuel, ni por sus caprichos, ocurrencias y necedades, sino por la esperanza de cambio o de transformación que usted llegó a encarnar para muchos mexicanos: es decir, por el “símbolo individuado” de un cambio de época y de un tiempo nuevo para México, que es lo que hicieron de usted el “algoritmo ruso”, la mercadotecnia electoral y las redes sociales en el imaginario colectivo. Ese mérito y ese éxito de marketing político, difícilmente hay quien se lo discuta, incluidos sus múltiples críticos, entre los que me incluyo.

Sin embargo, unos cuantos días después de la cita electoral, comenzó usted a decepcionar a cientos de miles de sus votantes, a desencantar a otros que habían creído sinceramente en el cambio como “fuga hacia adelante” y a desengañar a millones. Si su nivel de aprobación hoy es alto, no haga una lectura autocomplaciente de los números ni se engañe: es un “artificio de masas”. No es usted la causa sino el pretexto del creer: es decir, no se pregunte usted soberbiamente si es el fenómeno “SuperStar” de moda en México; pregúntese, humilde y lúcidamente, qué tan grande es la inmensa e inabarcable necesidad de creer en algo o en alguien que tiene nuestra gente. Pregúntese y proceda en consecuencia. Este es el punto focal, no otro.

Voy a recordarle los momentos y los hechos, en los que usted comienza a perder credibilidad, seguidores, confianza y liderazgo ante el pueblo de México y la comunidad internacional:

1.- En el momento en que empiezan a realizarse los llamados “Foros de pacificación y reconciliación”, en los que se escuchó a víctimas y agraviados de la delincuencia y se registraron muchas de sus demandas y propuestas, dentro de un ejercicio que al final terminó en “vacilada”, pues dichos foros se suspendieron sin mayores explicaciones (quizás por fisuras en la burbuja de “culto a la personalidad” que en secreto se alentó) y las demandas de las víctimas fueron desoídas en la elaboración de la Estrategia de Seguridad y Paz para México que su equipo presentó hace unos días.

2.- El instante en que, fundado en una “mini-encuesta” en la que no participó ni el 1 por ciento de la Lista Nominal de Electores y al margen de cualquier atribución constitucional, da usted a conocer la cancelación del NAIM de Texcoco, una de las obras de infraestructura más importantes del México contemporáneo, que presentaba un avance del 31 por ciento en su construcción y habría de significar un importante polo de desarrollo y de reinserción de México en la economía global. Después de ese anuncio ha caído la bolsa en tres ocasiones, cayó el peso frente al dólar, México pasó de “estable” a “negativo” ante las calificadoras internacionales, se incrementaron los intereses anuales de la deuda mexicana, se fugaron más de 11 mil millones de dólares de la inversión extranjera en bonos y nuestro país dejó de ser un socio confiable para la comunidad financiera internacional. Unos días después vino el desliz de la eliminación legislativa de las comisiones bancarias. Es el colmo: desde antes de comenzar su encomienda constitucional, usted está entregándonos a los mexicanos una pre-bancarrota económica en charola de bronce. ¿Y así quiere llevar justicia a los pobres y que el país crezca al 4 por ciento anual? No lo va a lograr, señor presidente electo: Gobernante que se pelea con la economía y los mercados, casi siempre termina vencido por knock out y arrastrando a la sociedad que gobierna a la ruina. Si consulta a los economistas que le rodean no se lo van a explicar con rigor, entre otras razones, porque a un fanático no le importan la verdad ni la realidad, sino sólo la victoria de su fanatismo.

3.- El trance en el que usted anuncia, en cadena nacional, varias propuestas de reforma legislativa, entre las que sobresalen la creación de la figura de “SuperDelegadosPresidenciales” en cada entidad de la República, la anticonstitucional “revocación de mandato” y el juzgar a expresidentes sin que medie denuncia o acusación de parte, sino sólo la “sagrada” y “bendita” voluntad popular de un “pueblo sabio”, recogida en otra “mini-consulta” que viene a reeditar la falta de rigor y seriedad que ya caracterizan al gobierno que no ha iniciado, es otra de las balandronadas que ya le están costando caro a usted, a su causa y al país.

Este estilo de gobernar, señor presidente electo, puede parecer novedoso y atractivo para unos cuantos; por ejemplo, puede resultar convincente para la democracia del 1 por ciento que suele seguir a ciegas sus dictados en sus “consultas”, pero no convence ni engaña a un México integrado por 123 millones de habitantes.

Recapacitar y rectificar sobre lo que ya ha decidido y en torno a sus grandes lineamientos de gobierno, podría conducirlo a encabezar uno de los mejores sexenios en la historia del país. No hacerlo podría equivaler a una gran equivocación histórica: a aquello que Jürgen Habermas, un intelectual de izquierda serio, calificó como “el regreso del caos”.  

   

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