UNA GENERACIÓN Y SU TIEMPO
El mecanismo de la explotación del hombre por el hombre es sencillo y, además, repetible constantemente durante toda la vida humana, con sus variantes espaciales, de materia, personales y de tiempo.
En la horda, clan, tribu, país o globalización internacional, aprovechando la desigualdad entre individuo e individuo, el más poderoso, o los más poderosos, generan desvalidos (o se aprovechan de los existentes) para lucrar a costa de su necesidad, a veces, a grado de miseria.
Eso pasó, pasa y pasará.
A mitad del siglo XX en Latinoamérica, Anastasio Somoza en Nicaragua, Stroessner en Paraguay, Trujillo en la Dominicana, Pérez Jiménez en Venezuela, Castillo Armas en Guatemala y Fulgencio Batista en Cuba (para sólo nombrar a los que mi memoria recuerda), los tiranos en cita y sus familias disponían de riquezas, honras y vidas, en sus respectivas naciones.
Esos (y otros) dictadores no estaban solos ni nacían por generación espontánea; eran creados por los grandes capitales del mundo con el amparo del gobierno de Estados Unidos de América, siendo la forma en la que, por aquellos ayeres, se usaba para sostener y mal desarrollar la economía capitalista.
Bajo ese control utilizaban y desechaban a los dictadores conforme a los resultados y sus desgastes, sin que hubiera nadie con inteligencia y eficacia que les afectara ese productivo engranaje.
En la Cuba de Batista se conjuntaron las condiciones y se dio el primer estallido social, frustrado en principio, pero exitoso después, al probarle al mundo que sí se podía, a las puertas del imperio estadunidense, establecer un estado y un gobierno libre de la hegemonía gringa.
Un grupo de jóvenes cubanos encabezados por Fidel Castro y Abel Santa María intentaron tomar el Cuartel Moncada de Santiago de Cuba el 26 de julio del 1953, con el propósito de derrocar al déspota Batista, inspirados por enseñanzas revolucionarias de José Martí, héroe cubano que estaba siendo recordado en el centenario de su natalicio.
La toma de ese cuartel fracaso, en lo inmediato. Fidel y otros quedaron presos; Abel y otros cayeron muertos.
Fidel, abogado e inteligente orador, defendió su caso con una alegato que se convirtió en un valioso texto: La historia me absolverá.
Sentenciado, obtuvo su libertad más tarde, imponiéndole el destierro.
El país de los despatriados, México, lo recibió en su seno. Aquí preparó su salida armada de regreso a Cuba, y con 82 jóvenes en 1956, en un barco pequeño llamado Granma, se destinó a vencer o morir.
Triunfó el 1 de enero del 1959, y esa generación gobernó con el aplauso y la admiración del mundo, pero provocando, primero la duda y, después, la oposición de los grandes capitales y del gobierno de EU.
De Gaulle (de quien nadie sospecha) acertó al afirmar concluyente: “Estoy contra las ideas de Fidel… pero es valiente y un patriota”.
Y ese antiguo y visceral combate entre Cuba y el gobierno de EU no ha podido ser detenido; la lucha entre el débil talentoso y digno, contra el enardecido y poderoso (David y Goliat) ha sido en todos los órdenes: guerra, atentados, invasiones, bloqueo, publicidad, y todos los etcéteras posibles.
La ONU, menos dos naciones, han dispuesto que el bloqueo a Cuba termine. EU, el poderoso de la ONU, no cede y sigue bloqueando a Cuba.
Ahora, los recientes acontecimientos en esa isla, amiga y hermana, son hechura del gobierno estadunidense, para tener, a su favor, un ventajoso diálogo.
Cuba ha tenido logros, con todo y el bloqueo, pero no es un paraíso. Es un pueblo con decoro y con muchos problemas, y ya sin aquel reconocido y prodigioso cerebro llamado Fidel Castro.
EU, como pueblo, ha demostrado ser excepcional, sin que sea perfecto. Su gobierno y sus empresas deben modernizar su visión capitalista. El orden en su derredor cercano no se logra con las armas, sino con alimento; y la tranquilidad en su radio geográfico de acción se obtiene teniendo a la gente con salud, ocupada con trabajo y estudio.
No al capitalismo aislador; no al socialismo aislado.
Urge levantar el bloqueo. Al poderoso bloqueador le corresponde dar ese paso sensato, con ello será justo y ganará la simpatía mundial.
Los problemas de ayer no pueden seguir siendo el ancla de hoy; los jóvenes de las dos naciones desean vida, y no muerte.
Los mecanismos de explotación acaso no puedan suprimirse todavía, pero vale la pena irlos reduciendo, y volverlos más humanos.
Soy leal con mis amigos, y también con mis enemigos. Toda mi vida he tratado de ser congruente, y lo seguiré intentando.
Acepto un capitalismo con horizontes humanistas; simpatizo con un humano desarrollo del socialismo de la revolución cubana. Sin pluralismo en las notas armónicas no habría la oda a la alegría de Schiller ni la novena sinfonía de Beethoven.