HACEDOR DE MUERTOS, HUERFANOS Y POBRES
El comandante de las fuerzas armadas de México es, actualmente, el presidente Andrés Manuel López Obrador y, por ley, todos los integrantes de esas corporaciones le obedecen. ¡Tal es la disciplina!
El almirante José Rafael Ojeda Durán funge como secretario de Marina, y él sólo dice lo que ordena el presidente, cuantimás si habla en la suprema tribuna de la nación: la mañanera.
Así, recién aseveró el obediente almirante: “Parece ser que el enemigo lo tenemos en el poder judicial”; y, nervioso, esperó la orden para atacar.
Sin tardanza, tanto la asociación de magistrados y jueces de distrito, federales, como el propio presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y del Consejo de la Judicatura, respondieron con exactitud jurídica y mesura ética.
En el fondo, el problema no es entre la Secretaría de Marina y el Poder Judicial de la Federación; es un conflicto interno del propio presidente, quien practica una ambición desmedida y desquiciada de poder.
Todos observamos, si somos honestos, que el presidente en funciones no ha podido ni con el poder ejecutivo; obvio, también carece de capacidad para manejar los dos poderes restantes.
Enredado en su codicia, el presidente nos causa tristeza, decepción e intranquilidad; por esto, no votemos por él ni por ninguno de sus ciegos zombis.
El Poder Judicial Federal no es perfecto, pero es más imperfecto el poder ejecutivo federal; y, ahora, el poder legislativo federal, en las ineptas manos del presidente del país, es desastroso.
Dentro de las funciones del Poder Judicial Federal tenemos el juicio de amparo, las controversias constitucionales y las acciones de inconstitucionalidad, y para ejercer legal y debidamente estas atribuciones, el PJF requiere del pleno ejercicio de la soberanía que tiene a su encargo.
La soberanía nacional reside esencial y originalmente en el pueblo, y el pueblo ejerce su soberanía por medio de los tres poderes de la unión; cada uno dentro de sus atribuciones constitucionales.
El artículo 49 de nuestra Carta Magna es muy claro: “… No podrán reunirse dos o más de estos poderes en una sola persona”.
Si el presidente López Obrador no quiere cumplir con la Carta Magna, y la quiere mandar “al carajo”, frenémoslo con nuestro voto, para que respete el ejercicio soberano de los otros dos poderes.
Los autócratas del siglo XX fueron: Hitler, Mussolini, Hirohito y Stalin. El Estado era cada uno de ellos, en su respectiva nación.
Nada ni nadie los frenaba, pues el derecho lo imponían ellos a su personal conveniencia.
En el México de ahora necesitamos luchar por la exacta vigencia y positividad de los Derechos Humanos y sus Garantías.
Nuestro Poder Judicial Federal tiene a su cargo no permitir la violación de esos garantizados derechos, frente a todas las autoridades violadores de esas facultades fundamentales, sea el transgresor el presidente o el secretario de Marina y, con mayor razón, si el violador de derechos humanos garantidos es el crimen organizado, protegido por quien les promete abrazos y besos.
Ese amoroso presidente mexicano, con su autoritarismo macuspano, se ha convertido en el gran hacedor de muertos, viudas, huérfanos y pobres.
El 6 de junio próximo, todos a salir a votar contra de ese despotismo iletrado, y sus pésimas consecuencias.