LA COLERA DE LA MASA
Andrés Manuel López Obrador, Nicolás Maduro Moros, Jair Messias Bolsonaro y Donald John Trump son presidentes y líderes, cada uno de su propio país: México, Venezuela, Brasil y Estados Unidos de América, respectivamente.
Los cuatro, independientemente de su propia ideología, (de supuesta izquierda los dos primeros, y de derecha los últimos) tienen rasgos comunes en sus expresiones y en sus conductas.
Nacionalistas todos ellos, en época que parecía de esencias globalizadoras. De palabras bruscas y agresivas que dejan de lado la mesura tradicional de quien ejerce el poder. Su constante actitud de quiebre. Su advenimiento al poder con base en la cólera de la masa.
A lo anterior hay que agregar su narcisismo exacerbado, encubierto de sugestiva modestia. Su sobrado gusto por el poder, y entre otras cosas más, su inquietud solapada para agudizar contradicciones.
Las frases del presidente Trump, y sus erráticos actos, llenarían el espacio al que tengo que sujetar este artículo. Los mexicanos hemos recibido su ataque verbal maledicente. A sus críticos estadunidenses los ha llenado de fango. A sus iniciales colaboradores los ha corrido con duros adjetivos. De Rex Tillerson (al primero que encargó la Secretaría de Estado) dice que “es más tonto que una piedra, es un vago del demonio“.
Y para dragonear de que el pueblo lo quiere, asevera que “podría dispararle a la gente en la Quinta Avenida, y no perdería ni un solo voto. Mi pueblo me es leal”.
Trump, sobre las mujeres, ha dicho leperadas grotescas, similares a las que el presidente Bolsonaro ha pronunciado. Ante la acusación de violador, este brasileño argumentó públicamente: “No merecen que las viole, porque están muy feas”.
Afirma que “los mejores gobiernos de Brasil son las dictaduras militares”, “las torturas y las ejecuciones deben autorizarse por la constitución”, “privaticemos todo lo que se pueda”; así triunfó, y ejercerá como presidente el próximo primero de enero.
Maduro ha polarizado a los venezolanos, y ha puesto en choque a los gobiernos y a los pueblos del planeta. Nadie olvida que hablaba con “un pajarito”, y que suele hacer referencias retóricas chuscas, como la de la “Chimoltrufia”, personaje cómica mexicana que “como dice una cosa dice otra”.
Observo que el gobierno de EU promueve un golpe de estado en su contra (conducta indebida) pero no dejo de percibir las puntadas y errores de Maduro: “Ante mi comandante Chávez no dudé ni un milímetro de segundo”; “Les prometo trabajar las 35 horas del día”; “Los capitalistas especulan y roban como nosotros… los acabaremos, pues no hacerlo significa un autosucidio colectivo para la economía”.
Y en nuestro territorio patrio, AMLO nos asegura que le hacen “lo que el aire a Juárez”, “la Suprema Corte se equivoca”, “el triunfo del PAN en Puebla es antidemocrático”, y así, como presidente, agudiza las contradicciones, sin encontrar, aún, su propio equilibrio.