ENTRE LO TARUGO Y LO DESCEREBRADO
Lo más atractivo que ha dicho José Antonio Meade Kuribreña es: “yo mero”, a instancias de una pregunta opositora.
Llamativa resultó ser la frase “ya sabes quien”, autorizada por Andrés Manuel López Obrador a su favor y conveniencia.
Destaca de Ricardo Anaya Cortés, con rasgueo de guitarra: “movimiento naranja, na-na na-na”, acompañado de un niño merecedor de mejores compañías.
Esas frases políticas de los candidatos a la presidencia son las de mayor impacto; las que dan cuenta de su capacidad personal, y las emitidas para atraer el voto ciudadano.
Obvio que esos tres candidatos, de alianzas partidistas, han expresado también otras cosas, acaso mejores; pero los aspirantes y sus publicistas decidieron hacer énfasis en las anteriores frases, más celestinescas que célebres, y el verdadero motivo de esa desatinada osadía me queda en duda.
Quizá pensaron que es la frase que los refleja con mayor fidelidad a cada uno, respectivamente; o acaso juzgan que los electores estamos entre lo tarugo y lo descerebrado.
En las campañas presidenciales del México del siglo XX, los candidatos se cuidaban de no hablar más que lo indispensable. Entendían que el pez por su boca muere, que no podían ni debían ser una fábrica ambulante de discursos mediocres, que tenían una boca y dos oídos, un imperativo para escuchar lo doble de lo que se expresa.
Así, en campaña, la gente pedía, y se quejaba; y el candidato a la presidencia atento oía, y daba respuesta a través de alguno de sus acompañantes y futuro colaborador, administrando sus palabras hasta para saludar y atender a los asistentes.
Aquél era otro México, menos locuaz, pero de mayor sentido común; que hacía mejor, y hablaba menos; posiblemente más pobre, pero seguramente más feliz.
En mi caso admiro, en el lenguaje humano, lo trascendente, lo substancial, lo que está pletórico de conceptos. Buscó la profundidad de la idea, y después la belleza expresiva.
Acepto que puedo estar equivocado en mis apreciaciones de expresión oral y escrita, pero hasta el momento, soy firme en la defensa de mis valores lógico-lingüísticos.
No sólo pienso en la gran literatura, sino, incluso, en estos trabajos periodísticos que oscilan entre la trascendencia de un responsable servicio de opinión, modesto en mi caso, y los temas tratados de minucias efímeras que no, por ser moda, carecen de cierta importancia.
En mis registros personales, en la oratoria política electoral Adolfo López Mateos sobresale de manera destacada, y aún siendo poseedor de cualidades expresivas, como candidato y como presidente, supo administrar sus participaciones oratorias.
2018 es otro tiempo. 120 millones de mexicanos no somos pocos. El país cambió, con cibernética y redes sociales; empero, el “yo mero”, el “ya sabes quien”, y el “movimiento naranja, na-na, na-na”, me parecen ridiculeces.
Tengan respeto a los electores mexicanos, son gente de bien, y educada.