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martes, noviembre 26, 2024

GAS LACRIMÓGENO A MUNÍCIPES

PRIMERO LOS POBRES

Marco A AguilarQué ocurrencia la de los cerca de 200 presidentes municipales: ir a la casita hogar del presidente Andrés Manuel López Obrador, ubicada en lo que fuera Palacio Nacional, a pedirle que los recibiera para plantear problemas económicos que afectan actualmente a los municipios del país.

Su presencia agravió severamente al presidente, por eso ordenó, con su humanismo, que se les lanzara gas lacrimógeno, “para evitar una situación más grave… pues se equivocaron de instancia”, según insólita explicación de AMLO para el caso.

Se le olvidó al presidente su imperativo categórico: “primero los pobres”.

Desdeña y ataca, con fuerza pública, a la parte más pobre y débil del gobierno mexicano.

El gobierno de nuestro país (constitucionalmente) está estructurado en tres niveles: 1 federación, con su capital CDMX (disfrazada de entidad federativa en la fila de los estados); 31 estados; y, 2457 municipios.

Conforme un convenio ventajoso para la federación, ésta es la que recauda los impuestos y derechos más cuantiosos de todo México; y el gobierno federal es quien los distribuye. En cada entidad federativa se recolectan montos distintos, y cada una de ellas recibe participaciones federales de cantidades diferentes.

Lo que el gobierno federal considera obtener para el año 2020 es poco más de 6 billones 96 mil millones de pesos.

De ese enorme monto, el 19% aproximadamente va a las 32 entidades federativas; mientras el 81% se queda en las arcas del gobierno federal.

Ese 19%, como un total, se divide en 20% para los municipios, y el 80% para los gobiernos estatales y el de la CDMX.

Así, el único poderoso y multimillonario es el gobierno federal.

La clase media la constituyen los gobiernos de las entidades federativas: la de mejores ingresos la CDMX, Michoacán en la media, y Tlaxcala al final.

Los pobres, y mayoritarios, son los miles de municipios de México, unos más y otros menos; tocándoles a éstos el trato humillante de ser gaseados por órdenes del presidente AMLO, a quien se le olvida su ofrecimiento retórico: “primero los pobres”.

Y el buen juez por su casa empieza, pero no para arremeter desde su hogar (antes palacio nacional) a la parte más indigente y frágil del gobierno mexicano: los municipios; sino para imaginarnos que a éstos se lesa entregue el 81% de toda la recaudación, y a las entidades federativas el 19%, para que éstas le aporten a la federación el 20% de ese 19%.

Es decir, soñemos que se reparte a la inversa, para que la pirámide no esté peligrosamente sustentada en el vértice, y para que el gobierno federal vea lo que se siente, aunque no es cosa de “quitarle el agua al pez” (o al peje), sino que legal y debidamente todos tengamos agua, al trabajar, todos, productivamente por ella.

Más cuando el presidente AMLO presume: “trabajamos 16 horas diarias, y usamos 8 para descansar… así, es como si hiciéramos 2 sexenios en 1, y para que queden sentadas las bases de un verdadero cambio”.

Una de las leyes de la dialéctica es la relación entre la cantidad y la calidad. A mayor cantidad menor calidad, y a la inversa. Así que en cuanto más trabaje, la calidad de su labor será descendente; y de un sexenio no se harán dos, sino será un sexenio deslustrado.

Y cuando AMLO habla en plural: “trabajamos 16 horas”, no sabemos si se refiere a todos los mexicanos, o a todo el gobierno mexicano, o al federal, o al ejecutivo federal, o a su gabinete, o a su familia, o simplemente usa el pluralismo gramatical del Papa.

En cuanto al verdadero cambio, sólo será el de las estructuras económico sociales.

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