LA EDUCACIÓN Y EL AMO LÓPEZ
El presidente Andrés Manuel López Obrador ordenó: ”Llueva, truene o relampaguee, habrá clases presenciales en agosto”.
Y a esa disposición tan fuera de lugar, de metáfora inadecuada, en mala hora, y sin formalidad jurídica, agregó: “Las escuelas no pueden permanecer más tiempo cerradas por la pandemia de covid. Vamos a iniciar en las aulas el nuevo ciclo escolar”.
Dio la impresión (independientemente de su informalidad, errores de lugar y tiempo, y su inadecuada hipérbole) de que ese mandato era irrevocable. Se sintió firmeza presidencial en ese asunto de grave importancia; pero, como siempre, fueron palabras vanas.
Al sentir Andrés Manuel una oposición generalizada a las clases presenciales, contestó írrito: “Vamos a ser respetuosos. Nada por la fuerza. Se abren las escuelas, se regresa a clase, y si no quieren que vayan sus hijos, pues no los manden. Somos libres. Nada es obligatorio”.
Analicemos la actitud inicial y lo dicho en principio por el presidente; para después valorar su postura y verbo reactivo ante la traba opositora. Pues ambas conductas presidenciales reflejan, claramente, su paupérrima política educativa.
En la primera frase dejó precisa su inclinación autoritaria, equivalente a mandatar: Pase lo que pase, venga lo que venga, sobrevenga lo que sobrevenga, el ciclo escolar 2021-2022 será de clases presenciales, y en las escuelas, así tengan que morir todos por covid.
La mayoría de los mexicanos deseamos y comprendemos que es urgente regresar a las aulas, y a clases presenciales; pero, antes de una ordenanza brutal, es indispensable un razonamiento y diversos trabajos previos para hacer posible ese retorno.
La disposición del presidente fue poco meditada, emitida por alguien sin mucho sentido de lo que es, y significa, la educación.
Mas parece una medida impuesta con el nervioso ánimo de auxiliar a la movilidad económica de México, tan atascada por causas externas e internas, en donde sobresale la ineptitud de López Obrador en materia de producción, distribución y dineros.
Pero al primer obstáculo sólido mostró su debilidad insegura, puso su gesto facial de sobresalto, y se arrugó, en excitación visible.
Ello dio lugar al, “ser respetuosos”; descartó “a la fuerza”, incluyendo en esta fuerza a la coercitividad que el derecho tiene y el estado debe y necesita ejercer; y citó a la libertad de manera disparatada.
El presidente AMLO al indicar que “se abren las escuelas y se regresa a clase”, considera equívocamente que las “escuelas” son los inmuebles que tienen puertas que se pueden abrir.
No se ha percatado que las “escuelas” a las que se refiere sólo son los inmuebles, acaso, con muebles escolares adentro. No se da cuenta que las escuelas, esencialmente, son los alumnos y los maestros en realización académica del fenómeno enseñanza-aprendizaje.
El artículo 3º de nuestra Carta Magna establece la “educación obligatoria”. Y el amo López parece no saberlo.
Las primitivas fuerzas difusas de los humanos, en la prehistoria, según el estadunidense Lewis Henry Morgan (1818-1881) en su libro La sociedad primitiva, obligaban a aprender a todos el uso de ciertos palos y ciertas piedras, pues en estos rudimentarios instrumentos les iba la sobrevivencia.
La educación es todo un fenómeno social, ahora convertido en derecho humano, créalo o no, el presidente AMLO, quien está enredado por sus propias encuestas, y descalificado por ellas.