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lunes, noviembre 25, 2024

“ME DEJO DE LLAMAR ANDRÉS MANUEL…”

Marco A Aguilar       PUNTADAS SIN HILO

 

Comúnmente, en los códigos de procedimientos civiles de todos los países se dispone: “La confesión judicial produce efectos en lo que perjudique al que la hace, no en lo que le aproveche”.

Hace días, el presidente Andrés Manuel López Obrador confesó frente al pueblo, máximo tribunal reconocido por él: “Si yo no fuera presidente, México sería un caos, estaría destrozado, hundido, y habría más muertos por covid”.

El pueblo (o sea, todos los individuos que tenemos la nacionalidad mexicana en conjunto) debe tomar como ciertas las cosas que con esa confesión perjudican al presidente, y no las que le favorecen, si científica y jurídicamente las juzga.

Y para evaluar esas palabras del confeso necesitamos confrontarlas con la realidad que vivimos.

En lo que va del siglo XXI, no todo México ha sido un desorden, pero en cada uno, de estos 21 años, se ha venido acrecentando el caos, incrementándose con mayor acelere en la administración de Andrés Manuel.

Desde que corre el siglo XXI, no todo en nuestro país ha estado destrozado y hundido, pero los estragos y los siniestros se han multiplicado con vigor peligroso en estos primeros 21 años de la centuria que vuela, más con las medidas gubernativas autoritarias de López Obrador.

Respecto a la pandemia del covid, no hay lugar a los comparativos, ya que ésta advino hasta el sexenio de Amlo, y como problema mundial, afectándonos nacionalmente.

Por ello, tenemos que hacer otro tipo de comparativos; por ejemplo, entre naciones afectadas, valorando las intenciones y los efectos de los actos de cada gobierno en política de salud y, de manera específica, en lo que concierne a ese virus.

Quienes aportamos más muertos por esa epidemia somos: EUA, Brasil, India y México.

De los cuatro, el gobierno más mentiroso ha sido el de nuestro país, el que oficialmente, y de manera presionada, reconoce cerca de medio millón de mexicanos muertos por covid; mientras que organismo internacionales han calculado, aproximadamente para México, un millón de pérdida de vidas humanas por ese virus.

Nadie olvida que los cimientos de la política gubernativa mexicana sobre esa pandemia, a través de las palabras del presidente, consistieron en: “eso del covid-19 es invento de los neoliberales y conservadores”; “basta con un detente maligno portando una estampita religiosa”; “obtengan un billete de dos dólares y no les dará covid”; “lo mejor contra la pandemia son los baños de pueblo”; “con no mentir, no robar y no traicionar, esa enfermedad desaparece”. “el covid es enfermedad de ricos, no pega a los pobres”, “el covid nos vino como anillo al dedo”.

Y, ahora, después de asesinar a cientos de miles de mexicanos el gobierno federal, por su pésima política en salud, Amlo invitó a todos a ser rebaño en el Zócalo de la CDMX el próximo 1 de diciembre, para echarles un discursillo cuajado de mentiras.

Con todos los defectos de Peña Nieto, Calderón Hinojosa y Fox Quesada, ninguno de ellos se hubiese atrevido a expresar tamañas sandeces ante un infortunio semejante.

Igual puedo afirmar de José Antonio Meade, Ricardo Anaya y Jaime Rodríguez, quienes compitieron (junto a Amlo) por la presidencia en 2018; también éstos, por más limitados, deformados y broncos, no los siento capaces de soltar tales barrabasadas en vínculo con ese mal.

El narcisismo de Andrés Manuel es arrasante; y nos falta al respeto a todos los mexicanos: “Si yo no fuera presidente…”, pobres de los mexicanos, tratándonos como incapaces o idiotas.

Recuérdese otra reciente afirmación de López Obrador: “Es sólo un problema de distribución… pero el lunes (próximo) voy a tener una reunión para resolver el desabasto de medicamentos… y les vamos a ganar a las papitas y a los refrescos… o me dejo de llamar Andrés Manuel”.

Supongo que se comprometió a resolver ese problema en todo México; supongo que se refirió a este lunes 29 de noviembre; supongo que no debió mezclar papitas y refrescos con medicamentos.

Y nos dijo a todos que si el problema sigue (después de esa reunión del día de hoy) se dejará de llamar Andrés Manuel.

Lo que no aclaró, es qué nombre se pondrá.       

Tampoco señaló si radicará un juicio para la variación de su patronímico.

Podría ser, con sus eufemismos y ocurrencias, que encargue al INE (sin darle dinero) organizar una votación popular que decida el sustituto de su actual apelativo.

Llegado el caso, el pueblo sabio saldrá a votar, y cada voto será certero al imponer el mote a ese pícaro tabasqueño, quien, incansable, sigue dando puntadas sin hilo.

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