CONTRADICCIONES QUE SE AGUDIZAN
El Tribunal Federal Electoral (TFE) dictó su ejecutoria el 20 de junio del 2024, y concluyó responsabilizando al presidente Andrés Manuel López Obrador de difundir propaganda gubernamental en periodo prohibido, lo que vulneró la equidad en las elecciones.
Consideró que las elecciones en todo el país no fueron limpias ni hubo piso parejo.
Reconoció que el presidente utilizó recursos públicos a favor de la ganadora Claudia Sheinbaum, impactando en el proceso federal y en las 32 entidades federativas.
Sin embargo, sentenció el TFE que el presidente no puede ser sancionado porque se encuentra en un régimen de excepción, con fuero constitucional.
La ejecutoria de ese tribunal es legalmente correcta; empero, ¿por qué no nulificar todas las elecciones?
Daré mi punto de vista, al respecto.
El daño para el país sería brutal. Carecemos de cauces legales visibles para salir de este estercolero, y las cirugías severas, para el caso, son más peligrosas que la realidad enferma.
Todo lo anterior constituye una contradicción que se agudiza.
Culpa de un irresponsable; o mejor aún, culpa de millones de imprudentes.
Ése, es el único escenario para la actuación de todos.
Dentro de esa atmósfera contamos (aiga sido como aiga sido) con una futura presidente de México a quien le toca reconstruir el rompecabezas nacional, en donde cada pieza contiene explosivos de diversos calibres.
Crimen organizado, inseguridad pública, economía pegada con saliva por corrupción y en busca de pordioserismo, oscura militarización ilegal y costosa, un presidente en funciones con arraigados vicios de autocracia, enredado en sus mentiras, en sus traiciones y en su propia corruptela, al que hay que decirle a cada rato que es el mejor presidente del mundo, para apaciguar su egolatría.
No la tiene fácil la futura presidente.
Tampoco la tienen sencilla los elegidos para formar su gabinete: Juan Ramón de la Fuente, Alicia Isabel Adriana Bárcena Ibarra, Marcelo Ebrard Casaubón, Ernestina Godoy Ramos, Rosaura Ruiz Gutiérrez, Julio Berdegué Sacristán, más el primogénito Rogelio Eduardo Ramírez de la O, y el presentido Omar Hamid García Harfuch.
Todos ellos forman parte, quiéranlo o no, de las contradicciones agudizadas.
Y una prueba de fuego (para doña Claudia) es la presencia y vigencia del actual Poder Judicial Federal.
A la futura cabeza del Poder Ejecutivo, y a su gabinete, más les valdría no autoengañarse con sus sondeos a modo, al gusto de un sondeador irresponsable y suicida.
Ojalá no provoquen la muerte gloriosa de una contradicción llena de esquirlas jurisdiccionales.
Recuérdenlo bien, son producto de una elección espuria, conforme la ejecutoria de TFE.
Debe empezarse con el arreglo de lo adulterado.
No se dejen llevar por el canto de las sirenas, que suelen cada seis años lanzar sus melodías al poderoso presidente que se inicia en las tareas propias de su encargo.
Todos van a la cargada; esa actitud bajuna bien conocida y descrita por el presidente Adolfo Ruiz Cortines.
Narraba el viejo y mañoso Adolfo que a su llegada a la presidencia iba un empleado de su oficina a hacerle halagos y a darle obsequios.
Los seis años de Ruiz Cortines se fueron volando; y al concluir su sexenio, días después, Don Adolfo se encontró con ese mismísimo burócrata, y le preguntó: ¿Por qué ha cambiado?, antes me saludaba y me entregaba presentes, y ahora ya ni me ve.
Se equivoca, le dijo su antiguo subalterno, el que ha cambiado es usted, ya no es el presidente.
Yo le sigo llevando elogios y ofrendas a quien es presidente.
Ese hecho aconteció cuando no había tantas contradicciones hirvientes y agudizadas.
Señora presidente, ¡ese rompecabezas nacional la está esperando!