BAJO LA LEY DE HERODES
La llamada Semana Santa está a la vuelta de las horas. Religiosamente, para el mundo cristiano occidental, es el símbolo de la pasión de Jesús Cristo, tan hijo de Dios como tan hijo del Hombre.
Algunos profetas hebreos, en el Antiguo Testamento, vaticinaron esa llegada, esa pasión, esa crucifixión y muerte, y esa resurrección.
El pueblo judío sigue esperando la llegada de esos hechos augurados; mientras que, el cristianismo instituido y oficializado por el decadente Imperio Romano, con cierto retraso de siglos, hizo ciertas las cuatro biografías que constituyen el Nuevo Testamento, permitiendo que el tiempo las fuera retocando permanentemente.
Para el 2018 esta Semana Santa contendrá elementos vacacionales, religiosos, turísticos, de sano e insano esparcimiento, económicos, culturales, y políticos.
Ya que es, para México, un año de elecciones de amplio espectro, en donde se encuentra el preciado atractivo de la Presidencia de la República. Más de 4 billones de pesos, y cientos de miles de lucrativos empleos están en juego. Esto despierta más pasiones que la exaltación evangélica de Mateo, Lucas, Marcos y Juan, dicho con todo respeto, y con la proporción guardada en, y por, el comparativo.
Pero al final, las pasiones divinas como las humanas, y las de antes como las de ahora, tienen identidad de esencias, y denominadores comunes.
El poder es el poder, el de dios y el del césar, aquí, allá, o acullá, en el cielo o en el infierno, dos sitios extremos que tiene el alma humana, y que se externa en cada individuo, reflejándose dialécticamente en la familia, y en todas los núcleos sociales.
Cada quien su paraíso y su infierno, con la substancia y el tamaño de sus pasiones.
Margarita Zavala, Jaime Rodríguez, y Ríos Píter, sin tener naturaleza de independientes, tomaron esa vía; y como era de esperarse, ninguno llenó los requisitos. La pasión de los tres es estar, al menos, en boleta electoral correspondiente para los candidatos a la presidencia de México.
Y los tres, cada uno a su manera, voltean hacia el señor y amo del INE, y en tono de plegaria parecen rezar: en tus manos encomiendo mi espíritu.
La pasión para López Obrador, eternamente, sigue siendo la misma: llegar a ser presidente, ahora sí en serio y a la tercera, y a como dé lugar, ya que en Morena cabemos todos, corruptos y honrados, banqueros y pordioseros, incendiarios y bomberos, derechas, izquierdas y centros, un panista moreno dijo que “todos”.
Ricardo Anaya se ha dado cuenta, tardíamente, que se le desbordó la pasión antes de tiempo, y que la llevó a extremos insuperables, antes de comenzar la campaña.
Y José Antonio Meade, de pasiones aquietadas, tan mantequillosas como sus sonrisas, no atina a quién eliminar: “eliminemos el fuero en todos los niveles”. Y ha detectado, con algún retraso, que “la sociedad mexicana tiene miedo y enojo”.
Semana de pasiones al fin, pero bajo la ley de Herodes.