ELOGIO DE LOS JUECES
Guiseppe Chiovenda (1872-1937), Francesco Carnelutti (1879-1965), y Piero Calamandrei (1889-1956), son los tres grandes procesalistas de la escuela italiana del derecho.
Los libros escritos, por cada uno de ellos, siguen siendo obras consultadas o leídas, por infinidad de Abogados de diversos países del mundo.
Calamandrei, florentino de cepa, ejerció la abogacía con talento y valor en el régimen fascista de Benito Mussolini, cuando este dictador había logrado concentrar todo el poder en su persona, pues la mayoría de los legisladores y los jueces, sumisos y ciegos, le rendían pleitesía.
A la caída definitiva de Mussolini en 1945, los partisanos postulan como Rector de la Universidad de Florencia a Calamandrei; años más tarde, este excelente Abogado publicaría el libro ‘Elogio de los jueces’.
Los temas que trata en esa obra son tan significativos y estimulantes, como múltiples y actuales: la fe en los jueces como primer requisito de los abogados, y de los justiciables; de cierta inamovilidad de los jueces; la verdad para los jueces, y su obligada imparcialidad; el manejo técnico de los jueces respecto a los hechos y al derecho; el sentimiento y la lógica en las sentencias; las delicadas y peligrosas relaciones entre la justicia y la política; el gran sentido de responsabilidad de los buenos jueces; el orden judicial no es una rama de la burocracia; sobre la independencia de los jueces, y sobre su servidumbre; ciertos heroísmos en la vida de los jueces.
Actualmente en México, la política electoral es un asco; y todos nuestros partidos políticos se encuentran desquebrajados, y en atasco.
Una de las urgentes tareas, para todos, es establecer un sistema de partidos que, en su pertinencia y novedad, genere confianza a la ciudadanía; más, si a eso, la agregáramos normas equitativas para los procesos electorales, sin permitir la intervención de los funcionarios gubernativos en estos procesos; así, lograríamos un avance, e iríamos en la dirección correcta.
Empero, jamás los jueces deben ser electos a través de campañas políticas de tipo electoral, pues la naturaleza de su trabajo se contrapone a ello. El juez, en cuanto tal, sólo habla en sus resolutivos.
Ellos, los jueces, se encargan de aplicar las normas jurídicas a los casos concretos con interés controvertido, que se les presenten, con toda independencia e imparcialidad.
Con tanta imparcialidad e independencia, responsable y valiente, casi a grado de heroísmo, como lo hicieron no pocos jueces en contra de actos del duce Mussolini, en los tiempos de su mayor fuerza tiránica.
Para eso, entre otras razones y por su naturaleza jurídica, el Poder Judicial se encarga de proteger a toda persona que haya sido violentada, en sus derechos humanos, por un duce, dictador, führer, tirano, autócrata, abusador, arbitrario, o por un soberbio y rencoroso presidente López.
Y vaya que el tirano López es un contumaz violador del derecho.
El próximo 12 de julio es el día del Abogado. En este 14 de julio venidero se cumplirá el CCXXXV aniversario de la Toma de la Bastilla parisina, siendo, también, el inició de la Revolución Francesa, en donde los Abogados dominaron en la época del asambleísmo.
En esa revolución se estableció el sistema jurídico renacentista, que aún seguimos desarrollando en México, y el que es pisoteado, brutal y diariamente, por el autócrata López.
El Poder Judicial Federal mexicano, en este tiempo, no es perfecto; pero este poder judicial es más trabajador, más digno, más eficaz, más honrado, más veraz, más leal a la población, más honorable, que el Poder Ejecutivo Federal mexicano presidido por ese déspota centralizador de poder llamado López, vil corruptor de conciencias a través del dinero del erario.
A ese López se le pasó la mano en el chanchullo electoral 2024, y le puso a su candidata 33 millones de votos, creando con ello un estercolero.
Por ello, el pueblo de México irónicamente afirma: “33 millones de moscas no pueden estar equivocadas”.
Mientras, el pueblo de México, a su vez, viendo y viviendo la servidumbre y la grandeza de sus órganos jurisdiccionales, suscribe el elogio de los jueces.