PALABRAS EN EL CAMPANARIO
Sin medir consecuencias, todo se le hace fácil al autócrata presidente Andrés Manuel López Obrador, quien al final resulta, mínimo, un irresponsable.
No sin razón, el primer delito que tipifica nuestro Código Penal Federal es el de “Traición a la Patria”, con quince fracciones cuyas hipótesis jurídicas resultan difíciles actualizar.
Seguramente el titular del ejecutivo federal nunca ha leído los artículos del 123 al 126 de tal codificación y, por ende, no precisa lo que es en el campo del derecho “la traición a la patria”.
Él simplemente a todos los que están en contra de sus ocurrencias los tilda de traidores a la patria.
Recientemente, a ese respecto, se le soltó la lengua: “… todo legislador que no vote a favor del proyecto de la reforma energética es traidor a la patria”.
¡Así, sin más!
Y así, sin más, todos sus alucinados colaboradores repiten lo mismo que su majestad el presidente.
Cuando votar un proyecto de ley, aunque sean de normas de nivel constitucional, no son “actos contra la independencia, soberanía o integridad de la Nación mexicana, con la finalidad de someterla a persona, grupo o gobierno extranjero”.
Si tal fuese, el primero en ser traidor a la patria sería el iniciador de tal proyecto.
Pero, además, la injuria que el presidente lanza a los legisladores opositores a su iniciativa, provoca, como es natural, que los atacados a su vez llamen traidor a la patria al presidente.
Y, entonces, Andrés Manuel provoca una algarabía de supuestos traidores a la patria, enloquecidos y rebajados al peor de los niveles.
Esto que genera López Obrador debe darles risa, o preocupación, a los gobiernos extranjeros, al registrar que puede darse una guerra intestina entre traidores a la patria “liberales”, y traidores a la patria “conservadores”; mas cuando esos dos apelativos tienen un fuerte tufo antañón y caduco de hace más de un siglo.
Pareciera que nuestros fantasmas no han muerto del todo; y ante las debilidades mentales de las autoridades, ellos siguen haciendo de las suyas, dividiendo a la población y ensangrentando sus campos y sus calles.
Con esas torpes conductas, el mismo presidente ha venido minando su autoridad, sosteniendo su auto engaño de que 30 millones de votos lo apoyaron en 2018 y que, ahora, en 2022 son 15 millones de votos los que lo apuntalan, cuando ambos montos están tan manipulados como ficciosos.
Los 30 millones de votos fueron un sucio obsequio de un contubernio en la oscurito.
Los 15 millones de votos son muchos si se comparan con 1 millón, pero son pocos si se les comparan con 97 millones de votos. Los 15 millones de votos los obtuvieron con toda la fuerza del gobierno mexicano, “a huevo” los hicieron ir.
Y esos obligados, en su fuero interno están humillados y molestos, y en la primera oportunidad explotan.
Ni siquiera los 21 millones de beneficiados con pensiones, becas y otro tipo de dádivas, fueron a depositar su voto en la “revocación”, convertida inconstitucionalmente en “ratificación”.
Los batos, deveras devotos a Amlo, no rebasan los tres millones, y claro que esta cantidad es mucha, comparada o relativa a una cantidad menor, pero es una miseria, relativa a alguien que está manejando más de 7 billones de pesos a su antojo.
¿Traidores a la patria?, ni en el campanario, ni el presidente ni sus colaboradores lo son, salvo prueba en contrario.
Tengo, para mí, que todos los mexicanos somos patriotas; ¿o no, señor presidente?