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lunes, noviembre 25, 2024

UN REY VAGO

Marco A Aguilar

REPARTE SUS CULPAS 

                                                         

 

El actual presidente de México lleva sobre sí una enorme carga dividida en dos partes: la primera, el botín de su corruptela escondida, usando nombres de familiares y cómplices; la segunda (y es la de mayor volumen), sus culpas presidenciales en daños y perjuicios a los mexicanos.

El pillaje es cuantioso, y pronto conoceremos su monto.

Sus yerros están a la vista, y han deteriorado a la población.

Y con impudicia, esos errores propios de su hacer presidencial los reparte con una desfachatez asombrosa, a quienes menos se lo esperan.

Todo el trabajo del presidente López tiene como eje fundamental sus maña-neras, y ahí le preguntaron: ¿Por qué no hay todavía suficientes medicinas y médicos para resolver el problema de la salud pública, como lo ha venido prometiendo desde hace años?

La respuesta presidencial fue: “la culpa de esa falla es del periódico Reforma”.

¡Nadie esperaba esa respuesta!

El presidente del consejo de esa empresa, Alejandro Junco de la Vega, acaso al enterarse de esa chistosa denuncia se rio de la puntada poco cerebral del presidente de la república; al menos así lo reflejaron quienes escriben en el periódico referido.

Ese repartir sus propias culpas no es un caso aislado. Ese prorrateo de sus desaciertos es su mentira favorita de todos los días.

Los expresidentes próximo-anteriores del ciudadano López son los culpables de sus torpezas. Brozo y Carlos Loret de Mola son los responsables de las graves corruptelas encubiertas de López. La senadora Lilly Téllez sería la causante del desplome de las minas de los cuates del presidente. El poder judicial federal sería el actor del vínculo del gobierno con el crimen organizado, según el presidente López; incluso, conforme a los datos de éste, sus hermanadas corcholatas preferidas: Claudia, Ebrard y Adán (otro López) sufren como indignos palafreneros el error que les deriva el tirano López para que “no se pasen de vivos”, en la comedia donde los ha colocado.

Nuestro tirano López me recuerda a personajes que describe Richard Julius Hermann Krebs (1905-1951), mejor conocido como Jan Valtin, seudónimo con el que firmó sus libros. Este literato alemán, de espíritu aventurero, fue un doble espía; sirvió a los nazis y sirvió a los comunistas.

En su libro ‘la noche quedó atrás’ denuncia las atrocidades de las dos dictaduras dogmáticas y beligerantes en la segunda guerra mundial, tan parecidas y tan polarizadas.

Jan Valtin desde 1937 trabajó como agente doble infiltrado en la Gestapo alemana y en el Komintern soviético.

Liberarse de esos dos bandos fue, para él, dejar la noche atrás.

La exactitud de su frase que se graba en el título de la obra siempre me inspira un deseo, metafóricamente atractivo, pero engañoso en la realidad: que la noche quede atrás.

Ya que en un mundo de esferas cósmicas, como el planeta Tierra, la noche siempre precede al día, y el día siempre precede a la noche.

Pero en el fondo del mensaje de Valtin está la perversidad mentirosa y disparatada de los que gobiernan como líderes únicos, sin nadie que los limite, que es el caso de nuestro tirano López.

Tirano que para estas fechas se vestirá de rey vago, para seguir repartiendo sus innumerables culpas.

Concluida la función maña-nera de su circo, el que sólo tiene una pista, la de él, el tirano López descargará toda su culpa: no hice más, y el pueblo es el responsable de ello.

 

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