AMLO, Y LOS EXPRESIDENTES
El presidente Andrés Manuel López Obrador trae cargados, y en la punta de su lengua, a los ex presidentes Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo Ponce de León, Vicente Fox Quesada, Felipe Calderón Hinojosa y a Enrique Peña Nieto.
En su realidad, le pesan más esos referentes inmediatos que los símbolos históricos que el propio AMLO escogió como modelos, y personalizados en los ex presidentes Benito Juárez, Francisco I. Madero y Lázaro Cárdenas.
El sistema nervioso de AMLO trabaja más con los elementos que él califica de negativos (que son los ex presidentes inmediatos anteriormente citados); y a los ex presidentes que él juzga positivos los usa menos.
Si AMLO habla de que se bajó el monto de su salario, que no usa ni aviones ni helicópteros, que no vive en la residencia de Los Pinos, que todos los días habla frente a medios masivos de comunicación en vivo, que se publicita comiendo tacos en sitios populares, que publica su patrimonio y obliga a sus colaboradores a divulgar sus propios ahorros, de inmediato, después de afirmar lo anterior, presume con su decir trabado y lento el comparativo mezquino: Peña, Calderón, Fox, Zedillo, Salinas, se portaban mal, y como parte de una mafia cometieron ilícitos, inmoralidades. “En cambio yo”, razona públicamente AMLO, “soy diferente a ellos… y estoy haciendo la cuarta transformación”.
Y machaconamente remata con esa idea central, dando ligeras variantes a sus palabras, pero queriendo mostrar que sus antecesores próximos fueron una mala tesis, y él es la buena antítesis; sin darse cuenta que todos, incluido él, son el todo de la política mexicana, como los dos conceptos de taoísmo: el ying y el yang.
Dos fuerzas fundamentales de la existencia, opuestas y complementarias al mismo tiempo; en nuestro fenómeno político lo que fue, y ejecutó el poder a su estilo, y lo que es, ejerciendo el mismo poder, pero a su manera.
Opuestas entre sí superficialmente estas dos formas de gobernar, pero en el fondo y al final complementarias, e indisolublemente unidas: el ying y el yang mexicano.
El ying la oscuridad, la pasividad; el yang la luz, la actividad. Los que ya pasaron vivieron las vibraciones y las llamas propias de su ejercicio del poder, pero hoy, aun con ansias de defenderse, la oscuridad y la pasividad tiende a envolverlos. Quien ejerce la luz y la actividad del poder, actualmente, no sabe que como los ve se verá, en esa lucha de contrarios e, indiscreto, ignora que él es parte de ellos y los complementa, en la misma medida en que los ataca e intenta destruirlos.
La inteligencia china de Lao-tse (siglo VI antes de nuestra era) nos legó el concepto del ying y yang; ojalá AMLO, ante esas ideas, no diga: “zafo”, agregando que ese Lao es parte de la mafia, un charlatán de sueldo elevadísimo y no tan inteligente, ejecutor de una estafa maestra mayor que la de Sedesol, Pemex, y Conacyt.
¡Reflexionar no duele!, y sirve mucho, señor presidente.