Distintas voces ciudadanas dibujan un mosaico de percepciones sobre la afluencia turística y la vida cotidiana durante estos días
La capital michoacana vive una temporada vacacional marcada por la dualidad: el bullicio de sus rituales religiosos en el Centro Histórico contrastó con la tranquilidad en otras zonas, mientras sus calles se convirtieron en escenario de intercambios culturales. Distintas voces ciudadanas dibujan un mosaico de percepciones sobre la afluencia turística y la vida cotidiana durante estos días.
Las procesiones de Semana Santa mantuvieron viva la esencia tradicional. Como señaló un residente: «El centro se llena mucho en días santos, con las visitas a templos y procesiones… aunque, fuera de Jueves y Viernes Santo, la ciudad se ve más vacía». La Catedral y la Casa de la Cultura destacaron con recorridos a catacumbas, aunque algunos eventos, como el Vía Crucis, no cumplieron expectativas: «Fue algo nuevo, pero no tuvo la producción que esperábamos».
Mientras algunos notaron una disminución en visitantes «Quizá por la imagen de inseguridad de Michoacán» señaló un ciudadano, otros resaltaron puntos inesperados de interés como Plaza las Américas y el boulevard García de León, redecorados para la temporada, atrajeron a turistas extranjeros. «Vi gente ‘güerita’ y ‘chinitos’ paseando… se nota que no son de aquí. Está chido escuchar otros idiomas», compartió un joven.
La migración local también influyó: muchos morelianos salieron a pasear, mientras otros se quedaron para guiar a visitantes. «Sí hubo más gente en ciertas zonas, pero también noté que los locales aprovecharon para explorar su propia ciudad». Aunque la periferia se mantuvo tranquila, el centro y áreas renovadas como el boulevard reflejaron un dinamismo inusual. «La gente sale a caminar y se encuentra con rostros nuevos… eso le da vida a la ciudad», agregó un entrevistado.
Si bien la afluencia no igualó la de festividades como el Día de Muertos, la temporada está dejando huella. Para algunos, la menor ocupación hotelera o la falta de novedades turísticas fueron evidentes; para otros, la mezcla de idiomas y culturas enriqueció el ambiente. «Morelia cambia para bien cuando compartimos espacios con quienes vienen de fuera», concluyó un ciudadano.
