EL DELITO MÁS CRUEL
En México, hay registrado oficialmente más de 120 mil desaparecidos, los colectivos de Madres Buscadoras rechazan la cifra y aseguran que podrían ser alrededor de 200 mil.
La desaparición de personas es el crimen más atroz y más perverso, porque el dolor nunca acaba y porque niega a las familias el sagrado derecho de enterrar a sus muertos y la posibilidad de superar la pena algún día.
Cuando desaparece una persona, se genera una inmensa angustia producida por el no saber dónde o cómo está, o sin continua con vida, esto quebranta no solo a la madre, sino a toda la familia, y los desalienta aún más el no recibir ayuda de las autoridades que las ignoran y en ocasiones hasta los violentan.
Lo ocurrido este día en el ya triste célebre Rancho Izaguirre en Teuchitlán, Jalisco, es el ejemplo más claro de la falta de voluntad de las autoridades estatales y federales por esclarecer lo que sucedió en ese predio, donde se encontraron evidencias de ejecuciones masivas.
Hoy, que se llevó a cabo un recorrido con diversos medios de comunicación nacionales y extranjeros por las instalaciones del Rancho del terror, colectivos de madres buscadoras se hicieron presentes en la zona.
Al no recibir el transporte que las autoridades habían ofrecido para llegar al predio, emprendieron una marcha hasta las puertas del inmueble, donde después de forcejear con las fuerzas de seguridad, se les permitió la entrada.
Acusaron a las autoridades de no darles facilidades además de considerar a todos los desaparecidos como delincuentes, por lo que han perdido la fe en las autoridades.
Así las trataron, así trataron a madres que han perdido a un hijo, una hija, a su esposo, o a sus padres o hermanos, así las trataron a las buscadoras, quienes con ese inmenso dolor, una mezcla de incertidumbre y esperanza, las motiva para no darse por vencidas, sin embargo en esa lucha están solas.
Me pregunto dónde quedó la sensibilidad de la presidenta Claudia Sheinbaum, característica superior de las mujeres, dónde está la empatía que debería mostrar ante sus similares de género, ella como madre y abuela que presume ser, debería comprender el dolor y la desesperación en que viven miles de madres mexicanas, al haber perdido y no saber de un ser querido que ha desaparecido.
Esta actitud presidencial echa por tierra una de las promesas de la presidenta quien presumía al inicio de su gobierno de que “habían llegado todas”; pero su intolerancia y falta de sensibilidad dicen lo contrario.
Y es que a las personas no se les conoce por lo que dicen, sino por lo que hacen.
